Cuervos

28/01/2010

Cuando yo tenía pocos meses, a mi madre le adjudicaron una plaza como maestra en una escuela unitaria de las sierras donde nace el viento.

Las veces que he subido allá arriba intento imaginar cómo sería entonces aquello, sin carreteras ni luz eléctrica, con qué pesadez se diluiría el tiempo en la infinita lluvia del invierno. Los cuervos eran la única diversión, eso cuenta mi madre ahora.

Pero en aquel momento había recibido muy contenta el destino, que culminaba los años de estudio de Magisterio en Santiago, caminando seis kilómetros de ida y otros tantos de vuelta desde la aldea de sus padres.

En invierno, cuando el día caía como una sonda, mi abuelo, su padre, tenía que ir a buscarla hasta el límite de las luces de la ciudad, porque los caminos estaban plagados de lobos.

La unitaria estaba encaramada en el linde de la serranía, donde el mapa empieza a caer por el empuje del Xallas, el río que, asustado de tanto baldío, unos kilómetros más adelante se lanza contra el océano desde casi 200 metros de altura en la única catarata de Europa con caída al mar.

Mi madre, por razones que nunca me explicó, se empeñó en llevarme con ella: quizá la muerte de mi hermano a los pocos días del parto, dos años antes, tuviese algo que ver.

El autobús nos dejó en la cabecera comarcal, Santa Comba, apenas una villa de ganaderos de vacuno: una taberna, un juzgado de paz y un puesto de la Guardia Civil.

La escuela estaba más arriba y no había otra forma de llegar que andando tres horas. Mientras mi madre caminaba por la senda que remontaba la montaña, a mí me colocaron, junto con las dos maletas, en una burra.

Mientras ella daba clase a los veinte niños de todas las edades que acudían a la unitaria (en aquel entonces en las aldeas aún habia niños: ahora sólo viven el eco, los muertos y el viento), yo quedaba al cuidado de una señora, en cuya casa nos hospedábamos. Si cierro mucho los ojos, aún veo –pero es un espejimo, lo sé– el fuego de la lareira.

Luego las cosas fueron mal y mis padres se marcharon, emigrantes a la fuerza, a buscar el falso Dorado de las Américas.

Todo esto es parte del negocio sin retribuciones de la (pobrísima) tradición oral de mi familia, una película que tiembla, con fritura en la banda de sonido y rayones en la emulsión.

Todo esto me lo contaron. Yo, creo, no estaba allí.

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6 Responses to Cuervos

  1. carolina on 28/01/2010 at 19:22

    Una historia dura, pero preciosa.

  2. con el viento en las velas on 28/01/2010 at 20:36

    Me encantan estos microrrelatos que se te van cayendo de los bolsillos. Pincelada a pincela vamos viendo el cuadro entero.

  3. bichito on 29/01/2010 at 04:50

    Me gusta la imagen (relatos que se caen de los bolsillos). Tengo graves problemas con los recuerdos: sólo tras mucha concentración puedo llegar a componer la foto y, aún así, hay espacios fuera de foco… Como en todas las fotos, supongo. De mi madre y su valentía como joven maestrilla de unitaria estoy muy orgulloso, eso sin duda.

  4. Las sierras donde nace el viento……

    Lovely name.

    I imagine your mother using the landscape of las sierras as her second classroom.

    (your mother must have amazing teacher stories to tell…..i would love to have lunch with her tomorrow in the teachers’ lounge)

  5. con el viento en las velas on 29/01/2010 at 12:40

    La verdad es que los recuerdos que tenemos son simples imágenes, más o menos borrosas.
    Luego con ellas vamos hilando los relatos de nuestra propia vida casi inconscientemente,
    imaginando lo que nos falta para darle forma a algo que está irremediablemente perdido.
    Mi madre nos llamaba silbando desde la terraza que daba al bosque de pinos (un parque en realidad)
    donde jugábamos mis hermanos y yo. Era un silbido largo, ligero, lleno de cadencias.
    Con el perro hacía lo mismo para que volviera a casa después de haber hecho sus cosas.
    Recuerdo que siendo bien pequeño me sorprendía que utilizara los mismos silbidos
    tanto para el perro como para nosotros, como si todos formáramos parte de la misma camada.
    A lo mejor por eso adoro los perros, siento que tengo con ellos una especie de remoto vínculo fraternal.

  6. bichito on 29/01/2010 at 14:00

    trying: I’ll tell her about the meeting… she’s is old now and eats less than a little bird… a salad will be enough

    con el viento: acaso tu madre presentía el vínculo antes que tú mismo.

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