Carnaval

24/01/2010

Cuando tenía cinco años mis padres me llevaron a Venezuela en un trasatlántico cuyo nombre ya no recuerdo.

Nos detuvimos en Lisboa y luego en Funchal (Madeira), donde hombres descalzos subían en palanquines a los visitantes hasta la parte alta de la ciudad. Nosotros no subimos: a mi padre nunca le gustaron las novedades.

Hasta entonces yo no había salido nunca de la aldea, con la excepción de la tarde semanal en Santiago, que también era un aldea de médicos, curas y cisnes.

En el barco no me impresionaron la violenta humedad del trópico, los bailes nocturnos, las tajadas de melón servidas en cubierta, ni tampoco tomar el té de las cinco con mi madre en un salón-biblioteca que me pareció fastuoso porque jamás antes había supuesto que podían sostenerse libros sobre anaqueles clavados en la pared.

Mi gran juguete, el ojo mágico, era el lavamanos del camarote y el grifo del que, sin explicación ni esfuerzo, manaba agua limpia, tan limpia como el agua que mis tíos, en la aldea sin grifos, sacaban del prohibido pozo del que debía alejarme.

Ya no asombra el fluir del agua a través de un grifo, tampoco dejar que papá nos lleve al campo a 170 kilómetros/hora, ni que los hijos del campo dediquen tiempo a las redes sociales y no sepan quién es Balzac, quién es Tolstoi, qué es un pozo…

Lo llaman “carnavalización de la vida” y asusta.

El futuro empieza en mis pasos, he pensado en tu sueldo, vamos a pasarlo bien, Motorola recorta diferencias con Nokia, ese tipo de asuntos…

No hay silencio ni grifos que importen a nuestros hijos.

Tengo una cita con otro siquiatra reductor de cabezas que me ha asignado la mutua laboral de mi empresa. Se llama Pastrana, pero no creo que importe la filiación: sólo concierne que introducirá mi cabeza en agua hirviendo y que yo, con toda probabilidad, le dejaré hacer pero no le haré caso.

Intentan curarme, domesticarme, conseguir que vaya otra vez al trabajo, a carnavalizarme en mi pozo.

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4 Responses to Carnaval

  1. con el viento en las velas on 24/01/2010 at 22:29

    un terciopelo vivo, aquella época de paz…

  2. carolina on 25/01/2010 at 00:44

    Jamás te dejes domesticar. No queremos ser como ellos. Mucho ánimo!

  3. Moloch domesticity!

  4. todavia on 02/02/2010 at 07:35

    He pensado mucho en este post tuyo. Y si, tienes razon, es triste.

    Pero algo bueno debe tener esta carnavalizacion, llena de botones y pantallas planas brillantes que permitió que nos conocieramos.

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