Cacofónicos hinchando currículo

15/05/2013

El principio fundador es de los que apetece secundar: «una red de recogida aleatoria de espíritus libres, unidos en la búsqueda de experiencias más allá de los límites de la sociedad tradicional».

La Cacophony Society —el nombre del club tampoco se queda corto en latido: nada como proponer la disonancia en esta dictadura universal de los armónico— nació en San Francisco en 1986.

Fundada sobre las cenizas del Suicide Club, inspirado en la novela de Stevenson El Club de los Suicidas, aunque sólo nominalmente (sus miembros no aspiraban a matarse, sino a la muy san franciscana francachela de emborracharse en cementerios y carnavalear en cualquier otro lugar), la Cacophony Society aspiró desde sus inicios a tener un mayor empaque en las pretensiones: citan al dadaísmo, el situacionismo y la idea de La Zona, el lugar donde, según la película Stalker (Andréi Tarkovsky, 1979), no rigen los dictados de la física tradicional.

¿Filósofos rupturistas?, ¿sociedad secreta anarquizante?, ¿activistas de un neomundo paralelo?… Nada más lejos. Estamos en San Francisco, donde la ruptura se reduce a las bromas, el disfraz y el estraperlo intelectual.

Mañana se presenta en sociedad el libro Tales of the San Francisco Cacophony Society, editado por Last Gasp a precio nada libertario (39,95 dólares, unos 31 euros). Es una historia ilustrada —el activismo de bajo nivel siempre le dio duro al flyer— sobre el grupo que, según los editores,«ha influido en todo lo subversivo, juguetón y antiautoritario de la cultura popular en los últimos veinte años». Modestia, como ven, ninguna. El entrecomillado induce a pensar que gracias a esta gente, y a nadie más, somos libres y felices.

¿Que huella han dejado los cacofonistas sobre la arena del tiempo?, ¿que cercas de alambre han cortado?, ¿a quién han liberado?, ¿qué trifulcas han montado?

1. Algunos flahsmobs cuyo fin último es la tajada alcohólica: un picnic en el Golden Gate Bridge, una ginkana en Chinatown, ataques inesperados de zombies, el desfile anual de San Estúpido… Aunque se atribuyen ser los inventores de la invasiva aparición en los centros urbanos de personas disfrazadas de Santa Claus (conocida como Santarchy), mienten: la iniciativa partió, en 1974, de un grupo danés de teatro político.

2. Dicen haber influido en El club de la lucha, la novela de debut (1996) del escritor Chuck Palahniuk. El autor siempre se ha desligado de la pretensión, pese a que los cacofonistas lo acosan cada vez que visita San Francisco.

3. Ésta es la buena. Uno de los eventos turísticos más rentables de los EE UU, el festival de alt-art Burning Man, fue organizado en sus primeras cinco ediciones (1986-1990) en la playa Baker de San Francisco por tres fundadores de la Cacophony Society, Larry Harvey, Jerry James y el artista John Law. Los dos primeros son propietarios, tras ganar varios juicios, de la boyante marca —el año pasado asistieron más de 50.000 personas y los tiques para este año cuestan 380 dólares que sólo dan derecho a entrar en el área desértica del festival— y Law los acusa de haber pervertido el sentido original de la celebración (investigada, por cierto, por evasión de impuestos).

[Escrito para Distrito Latino – RTVE]

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