«Nomad» – Bombino, 2013
Tenere / Hegh tenere / Usuf yigane / Dagh tenere / Warhene ammane / Ikhimadas, samad ranagh / Tikmawene, tin tenere (Desierto / Estoy en el desierto / Lleno de nostalgia / En el desierto / Sin agua / Sentado, meditando / En los problemas, frente al desierto)
Her Tenere – Bombino
En alguno de los sueños de los que conservo la cicatriz del recuerdo, me encontraba ante la Gran Mezquita de barro de Agadez, la ocre ciudad del desierto de Níger, y buscaba acomodo para pasar la noche antes de iniciar el duro pero esperanzado camino hacia Tombuctú, la de los 333 santos.
A estas alturas, cuando el simple caminar por una acera urbana reclama de mi cuerpo una fatiga de siglos, percibo que el sueño nunca será real, que nunca veré la sombra triangular de las mezquitas de barro ni compartiré té y algunas palabras, seguramente pocas —quien habla no sabe—, con los hombres largos y azules.
Acabo de escuchar Nomad, el recién editado disco Nomad, del tuareg Omara Moctar, Bombino.
Me importan poco, aunque no debo olvidarlas y no las olvido, las circunstancias, hondas como cicatrices pero livianas como arena: las rebeliones tuareg, el exilio del músico, el fusilamiento militar de dos de sus compañeros por ser propietarios de guitarras —símbolos prohibidos de la insurrección—, la amenaza cercana del integrismo, atraído por el uranio que mancilla las dunas, la producción-tutelaje de Dan Auerbach, ese muchaco de los Black Keys al que parece sobrar la energía de la que yo carezco…
Me importa porque merezco el egoísmo de los cansados que gracias a este disco milagroso como Agadez me siento capaz de soñar otra vez con las mezquitas de barro y los hombres azules a los que nadie confiscará el horizonte.
