Arte sin concesiones y sin normativa. La veintena de creadores reunidos en la exposición colectiva Alternative Guide to the Universe (Guía alternativa del universo) no se ven en la necesidad de complacer a nadie. Ajenos al público, la moda, el mercado y las cátedras, hacen arte para ellos mismos y, empujados por impulsos mucho más puros y al menos tan válidos que los de tantos artistas-empresa, no necesitan otra justificación que la creación misma.
La muestra, una de las más variadas y brillantes exposiciones recientes de arte outsider —situado más allá de los límites, y se debe tener en cuenta que la denominación, acuñada por quienes manejan los hilos de la boyante industria del arte canónico, contiene un matiz despectivo e indulgente—, se celebra, hasta el 26 de agosto, en la Hayward Gallery del muy hipster Southbank Center de Londres. Ha sido saludada por la crítica de la capital británica como la más vivificante y sorprendente de las muchas ofertas artísticas de la plagada temporada londinense.
«¿Cree usted en los universos paralelos? Aunque no crea, empezará a creer tras salir de esta exposición», dice la reseña del Times. «Si se tratara de otra exposición dedicada al arte de los psicóticos y autistas, no me importaría (…) Es mucho más original que eso. Está llena del trabajo de almas creativas dulces, delicadas y bienintecionadas que se mueven en los límites del arte, la arquitectura, la ciencia y la filosofía», añade The Telegraph. «Es una extraña exposición sobre gente extraña y su peculiar modo de hacer que el mundo tenga sentido», concluye The Guardian.
La promesa de un «gran espectáculo» que anuncia la galería, cuyo director, Ralph Rugoff, es también el curator de Alternative Guide to the Universe, no es una fórmula de mercadotecnia. La muestra cumple con las expectativas: lejanos horizontes de experiencia, piezas innovadoras, belleza formal, sanísima locura, un afanoso deseo de reimaginación y un elenco de artistas por derecho, visionarios, marginales y rupturistas que hacen gala de la autenticidad que resulta casi inencontrable en el pomposo arte moderno de los dólares, las subastas y los creadores entendidos como celebridades.
Cruzando los límites del arte, la ciencia, la ficción, la razón y el misticismo, el francés Marcel Storr (1911-1976) construye dibujos delicadamente intrincados donde sueña un París del futuro, al que previamente imaginaba destruido por un ataque nuclear; en un territorio cercano se mueve la obra del estadounidense Alfred Jensen (1903-1981), que pintaba diagramas cosmológicos basados en cálculos numéricos basados en la cultura maya.
La ingeniería civil y la inventiva también tienen hueco en la muestra. Paul Laffoley (EE UU, 1940) presenta un arma que dispara oraciones dirigidas a un dios electrónico y del francés Jean Perdrizet (1907-1975) puede verse una máquina que le permitía, según aseguraba, comunicarse con los muertos mediante el lenguaje esperanto sideral.
Igualmente peculiar, la propuesta de Morton Bartlett (EE UU, 1909-1992) es la construcción de muñecas detalladas que simulan a lolitas preadolescentes que él mismo restrataba luego con el inquietante añadido de expresiones de sensualidad, miedo o sufrimiento. El chino Wu Yulu, un granjero casi analfabeto, construye robots con desechos metálicos que recoge de vertederos.
En la exposición también tienen cabida las fotos de autores notables, como Lee Godie (1909-1985), que se trastornó tras la muerte de una de sus hijas por difteria, vivió 25 años como homeless en las calles de Chicago, cambiando por cigarrillos o unas monedas cuadros y retratos retocados que hacía en un fotomatón, y Eugene von Bruenchenhein (1910-1983), que tomó miles de fotos de su esposa según el estilo de las imágenes de promoción de las estrellas de Hollywood.
Los organizadores de Alternative Guide to the Universe no observan su propuesta desde la condescendencia del sano observando el desasosiego del loco. Defienden la tesis de que el «excéntrico e inspirador» es posible «fuera de las instituciones oficiales y las disciplinas establecidas». Las visiones especulativas de la muestra «compiten con los inventos más locos de la ciencia ficción, con la diferencia de que estos artistas realmente creen en la validez y veracidad de todo lo que describen y proponen: ya sea especular sobre los misterios del tiempo y del espacio o trazar los flujos de la energía que resulta invisible, sus creaciones imaginativas invitan al espectador a un universo en el que triunfa el ingenio«.
Para el director de la Hayward, estamos ante «brillantes rebeldes» a los que no debemos encerrar en el carácter «inverosímil o extraño» de sus obras. «Su trabajo tiene intensidad y originalidad convincentes por sí mismas y nos invita a pensar más allá de nuestras categorías convencionales y, en última instancia, a cuestionar nuestras definiciones de lo que resulta normal en el arte».