Cuando la fotógrafa estadounidense Arne Svenson (1952) empezó a hacer fotografías desde la ventana de su casa de los vecinos de enfrente no podía imaginar que el proyecto acabaría pasando a los anales jurídicos. La serie The Neighbors (Los vecinos), que revela escenas de la vida hogareña de personas que no saben que están siendo retratadas mediante un teleobjetivo, ha sido autorizada por un juzgado de Nueva York en una decisión de amplia repercusión para la práctica artística y fotográfica, al dictaminar el juez que los artistas tienen derecho a la libre expresión usando la imagen de terceros sin que medie el permiso o beneplácito de estos.
Las fotos, ninguna de las cuales puede ser entendida como degradante o reveladora de matices de la más profunda intimidad, fueron demandadas por dos de los vecinos de Svenson, quienes entendieron que la artista había violado su privacidad. El punto de vista utilizado por la fotógrafa, que tomó las imágenes con una lente de gran alcance de 500 milímetros, y la nueva arquitectura del barrio, donde han medrado los nuevos edificios para clases altas con frontales acristalados muy abiertos, es similar al del protagonista de la película La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954), donde el fotógrafo L.B. Jeffries (James Stewart) convalece de un accidente que le impide andar y mata el tiempo observando a los vecinos de enfrente.
Residente en Tribeca desde hace 30 años, Svenson afirma que The Neighbors surgió de la curiosidad por los habitantes de las nuevas construcciones de la zona del sur de Manhattan famosa por ser lugar de residencia de numerosas celebridades. «Estaba intrigada por las personas que llenaban los apartamentos vacíos», reconoce la artista, que consiguió una lente fotográfica utilizada para el avistamiento de aves y empezó a retratar lo que sucedía en los ventanales situados frente al suyo.
El resultado no responde a lo que habitualmente se entiende por el voyeurismo parafílico —observar una situación sin intervenir en ella con el fin de obtener una delectación sexual—. Las fotos de la serie, frías y pictorialistas, optan por la sugerencia, esquivan las situaciones delicadas y muestran personas tendidas, sombras detrás de cortinajes, cuerpos sentados ante una mesa…
«Decidí no fotografiar nada salaz o degradante. Preferí el giro de una cabeza, el arco elegante dse un cuerpo, la forma humana en combinación con objetos inanimados o obscurecida por sombras… No hice fotografías de los residentes como realmente son, sino de lo que representan desde un punto de vista humano», añade Svenson, interesada «no sólo por las historias implícitas en los marcos de la ventanas», sino también por «los juegos de luz sobre los sujetos, el estilo a lo Mondrian de las estructuras de acero de los ventanales» y el efecto de las fotos tomadas a través de capas de cristal.
Aunque en casi ninguna de las fotografías se adivinan las facciones de los retratados a distancia y sin permiso, el matrimonio de Martha y Matthew Foster, cuya casa fue invadida por la cámara de Svenson demandó a la fotógrafa por entender que había violado su derecho a la intimidad. También argüían que uno de los hijos de la pareja era «claramente identificable» y acusaban a Svenson de sacar rendimiento económico a las imágenes, que expuso y vendió en primavera en una galería de Nueva York.
El fallo judicial a la querella, dictado por la jueza Eileen A. Rakower, se apoya en la Primera Enmienda a la Constitución de los EE UU, que garantiza la libertad de expresión, considera que no ha lugar a las pretensiones de los demandantes y señala textualmente: «Un artista puede crear y vender una obra de arte que incluya a un individuo sin su permiso por escrito». El fallo añade que las leyes locales de Nueva York, que prohiben el uso de la imagen de terceros sin que exista un acuerdo, deben supeditarse a la libertad de expresión constitucional y precisa que el «valor» de ésta «supera cualquier venta de las fotos». Es la primera vez que una decisión de los tribunales otorga a la fotos el amparo de la libre expresión que protege la Constitución.
Svenson opina que la decisión es «una victoria profundamente gratificante», ya que «refuerza» los derechos de cualquier artista garantizados por la Primera Enmienda y «aclara que la fotografía es una forma de arte expresivo con derecho a protección». Para la fotógrafa no hay duda de que proyecto es arte y merece el derecho a ser amparado por la ley: «Uso mi cámara como un escritor utiliza el texto: para crear una narrativa que ayude al espectador a comprender lo que se esconden o está oscurecido».