9-9-09

09/09/2009

beatlesok

Nací cuando ya era viejo. Los médicos se extrañaron de las arrugas de mi piel, demasiado intensas para tratarse de un simple mecanismo de defensa, y de la parsimonia con que aceptaba las manipulaciones iniciales a las que fui sometido en la sala de partos.

Miré con ojos de búsqueda a la comadrona que me lavaba y, más tarde, situado sobre el pecho de mi madre, no caí en las muecas simiescas de los recién nacidos: me dispuse a esperar, como sabiendo que, al no pertenecerme ninguna decisión, toda protesta era solamente una pérdida de energía.

Esa misma templanza me acompaña ahora, mucho tránsito después de aquellos primeros impulsos. No se puede decir que malversé el tiempo, aunque no seré tan orgulloso como para afirmar que escapo de su carácter fugitivo.

Soy un hombre cansado, abrumado por la escasa luz de una vida sin destino. Aún me siento a menudo perdido entre las palabras, una víctima más de estos días en los que reinan el lenguaje y sus vanidades. Nunca tuve un Maharishi.

Cuando disfrutaba de un crucifijo en la pared de mi cuarto y los Beatles eran los Beatles (y no un divertimento multiplataforma), yo no me consideraba un niño: me avergonzaba de ser extranjero, de no tener patria, de aborrecer a mis padres con la obligada intensidad de todo niño…

Los Beatles eran un espejo de inocencia para un crío sin pestañas que, a trompicones, buscaba un libro sagrado, y, más tarde, para el adolescente con las uñas devoradas hasta la carne.

Cuando los Beatles eran los Beatles no se limitaban a cortar como cuchillas: eran estacas en el negro corazón del niño negro, auroras para el Joseito boreal y escalofriante, magos sin titubeos, citas secretas.

Los Beatles ya no son los Beatles. Hoy menos que nunca. Compiten con Michael Jackson y Eminem en el panteón de las cajas registradoras, a nadie bautizan con fuego sus canciones remezcladas, frías, educadas en el alto rendimiento, como alumnas de un internado suizo para camadas de traficantes de armas, torturadores y gerentes. No para mí (niño aún, enfermo aún), sentado en la cima de la colina mientras tú, niña beatle, abres los ojos y me tragas otra vez, flowing downstream.

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One Response to 9-9-09

  1. H on 09/09/2009 at 13:16

    La emoción de encontrarlos entre sueños, la adolescencia testaruda, las faldas de flores, los pantalones de campana, el flequillo por debajo de las cejas, cintas en la frente, fotos y fotocopias pegadas en todo lo que era mío… Los Beatles son la emoción de haber descubierto. Nadie, ninguna marca registrada trituradora de emociones nos convencerá de lo contrario.

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