Hombre que se ahoga

13/02/2010

¿Quién dijo que los albinos no podemos tener alma?
Don Van Vliet – Captain Beefheart

Se llama Don Van Vliet. El apellido se pronuncia ‘vlit’.

Desde 1994 dicen que está enfermo: esclerosis múltiple.

Pero sólo son rumores.

En lo musical, le conocemos como Captain Beefheart. Se pronuncia con dos gruñidos.

A partir de 1967 es posible conjeturar su huella en todos los discos editados en cualquier lugar del mundo y de cualquier estilo.

No es una pleitesía personal: Lester Bangs, el mejor crítico de la historia (se alimentaba de rock y pizza, no de sushi), dijo:

Captain Beefheart es el músico más importante de los años sesenta, mucho más significativo que los Beatles, que se dedicaron a hacer bonitos collages con material de dominio público. [Beefheart] Es tan importante para el rock como Ornette Coleman lo fue para el jazz hace diez años y Charlie Parker quince años antes de eso. Tan importante como Leadbelly para el blues.

Al parecer, Van Vliet, retirado desde los ochenta, reside ahora en un lugar llamado Trinidad, en la amplia California, en una comarca donde los leñadores trocean arces rojos y disfrutan de eléctricos atardeceres mientras beben cerveza en las autocaravanas aparcadas frente a una feroz costa de arena negra.

Luego, por la noche, sueñan en un código metálico e ínfimo, como de larvas, y despiertan convencidos de que han perdido las manos o la razón y desde la cafetería donde desayunan llaman a sus madres o a un buen amigo y charlan unos minutos, sin que al otro lado de la línea nadie sospeche que el motivo de la llamada es olvidar el sueño o tener pánico a seguir soñando despierto y ser capaz de matar a tus hijos colgándolos de una valla de alambre, sin enterarte siquiera de qué estás haciendo o por qué razón lo estás haciendo.

No digamos ya ser consciente de que eres diabólico o extremista.

Van Vliet nació en 1941, también en California, en Glendale.

A los cinco años dejó la escuela para estudiar en casa, con su padre, un pastelero ilustrado, lo cual responde a una lógica incontrovertible: la harina mancha mejor que la tinta, no se impone, permite la disolución.

Mientras el padre trabajaba, Don iba a los cerros de Sierra Madre, una placenta de guijarros del tamaño de almendras. Hablaba con los chaparrales y la línea del horizonte, un trazo apenas concebible, casi neutro.

Con la mirada fija en el recóndito oeste del Pacífico, decía:

Hola, hermano chino.

Una tarde, bajo nubes perfectas como monjas, entendió que Occidente es un fraude, una tiranía sobre la Madre Tierra.

En la Sierra Madre los niños cazaban reptiles en la piel cobriza de los montes para venderlos a traficantes de veneno y asesinos a sueldo llegados de Atlanta y Houston que pagaban bien pero tenían ojos elípticos para que nunca pudieses adivinar lo que estaban pensado.

Con el dinero, el pequeño Don compraba discos de acetato de 78 revoluciones por minuto en las ferias agrícolas de verano o en los mercadillos de caridad. Le importaban los intérpretes, hombrones tan negros como disolutos que habían muerto en tiroteos siempre de origen sexual o ahorcados por el capricho de cualquiera con la piel blanca que quisiese converrtir en fiesta una aburrida tarde de domingo.

Al niño también le importaba el proceso industrial.

Al manosear las viejas grabaciones fabricadas con laca, el barniz duro y resinoso que se coagula en las ramas de ciertos árboles de la India con la exudación de las picaduras de un insecto (Coccus lacca) y los restos de estos mismos insectos al morir atrapados en el líquido que hacen fluir del árbol, decía:

La cordura de los animales.

Le gustaba pensar que aquellos blues cuajados de súplica y bufido estaban impresos sobre los cadáveres diluidos de un buen montón de insectos:

El prodigio de las excreciones.

Cuando apareció por el colegio, a los doce años, era más inteligente que los chavales de dieciocho. Le declararon niño prodigio, los profesores comunicaron el caso (The ultimate wonder kid!) a las productoras de televisión de Los Angeles y Don participó en un programa de variedades en el que le preguntaron:

1. La composición exacta de doce tipos de tejidos acrílicos.

2. Los hábitos sociales de los topos.

3. El significado último de los pasajes más enigmáticos del Gran Libro de Mormón.

Don se negó a responder (The ultimate fake!) y sus padres, decepcionados, le encerraron en una residencia juvenil del desierto de Mojave, donde el vuelo de una mosca tiene presencia de ventilador.

Allí, según descubrió Don, vivían criaturas perfectas: insectos reticulares capaces de auto fecundarse con su propia saliva, plantas abrigadas mediante un sistema piloso semejante a la pelusa de un recién nacido, erupciones rocosas con poros cuya exudación quemaba los dedos.

Cuando la ley le permitió ser mayor de edad, renegó de toda concesión a la normalidad y se aisló durante dos años en una caravana en el desierto. Sólo comía fruta, nunca dormía (“pensaba demasiado rápido, mi cabeza hervía café”), salía al anocher, charlaba con los lagartos, ofrecía azúcar morena a las hormigas (“si comen azúcar no comen pesticidas”).

Desde entonces nunca ha leído un libro:

Tengo bastantes problemas intentando entender lo que me sucede como para considerar lo que dicen otras personas.

Con el tiempo compondría un blues dedicado al campo de exterminio de Dachau, otro titulado Corazón de cenicero y un himno revolucionario donde formuló la consigna más poderosa desde las soflamas de Bakunin: ¡Un helado para el cuervo!.

A sólo 16 kilómetros de la educada ciudad de Munich, Dachau, donde una rebanada de pan mohoso era un tesoro, fue el primer campo de concentración nazi. Un eufemismo para designar la complicidad y los señuelos (Arbeit macht frei).

Cuervo es un eufemismo universal para señalar lo pútrido.

Rock es un eufemismo negro para eludir la pronunciación de una sola palabra: sexo.

Con las orejas y el pancreas llenos de aquellos blues de hospicio, Don concibió dos axiomas:

  1. La música debe arrugarse como el escroto de las bestias.
  2. Es mejor ser rápido y bulboso que cuadrado y furioso.

También se propuso mantenerse sereno pero no impávido: uno puede vivir siendo una serpiente, pero si evolucionas a perro pierdes la dignidad y desearás que te atropelle un camión.

De Howlin’ Wolf tomó la desposesión: si no dominas el falsete, constrúyelo gritando.

Del presidiario Robert Pete Williams, la escala pentatónica africana y la estructura libre de los blues modales.

Del ciego Blind Lemon Jefferson, la belleza de la irregularidad y las interrupciones.

Dictó Diez Mandamientos para tocar la guitarra:

  1. Escucha a los pájaros, de ellos procede toda la música.
  2. Tu guitarra no es una guitarra; es una vara mágica que busca espíritus en el otro mundo. También es una caña de pescar.
  3. Ensaya ante un arbusto. Esperea que la luna se esconda. Come pan integral e toca la guitarra para el arbusto. Si el arbusto no baila, come más pan.
  4. Camina con el Diablo. Los viejos músicos de blues do Delta llamaban a los amplificadores cajas del Diablo. Estaban en lo cierto. La electricidad atrae a demonios y diablos. Otros instrumentos atraen a diferentes espíritus. Las guitarras acústicas, a Cásper; las mandolinas, a Wendy… Pero las guitarras eléctricas, a Belcebú.
  5. Si piensas, estás perdido. Cuando el cerebro participa no hay nada que hacer.
  6. Nunca apuntes con la guitarra a nadie. El instrumento es más bofetada que trono. Toca un acorde y corre a escucharlo al aire libre, pero asegúrate de que no estás a campo abierto.
  7. Lleva siempre contigo la llave de una iglesia. Como hacía Una Cuerda Sam. Era único: un músico ambulante de Detroit de los años cincuenta que tocaba con una guitarra hecha a mano. Su canción I need a hundred dollars es como un bizcocho caliente… Otro que lleva lleva llave de iglesia es Hubert Sumlin, el guitarrista de Howlin’ Wolf.
  8. No seques el sudor de la guitarra. Necesita el hedor. Tienes que añadir ese hedor a la música.
  9. Guarda la guitarra en un lugar oscuro. Cuando no estés tocando, tápala. Si dejas de tocar durante más de un día, asegúrate de dejar al lado de la guitarra un plato con agua.
  10. Necesitas una capilla para tu máquina. No te quites el sombrero. Los sombreros mantienen la presión. Si tienes una casa con tejado el aire calñiente no se escapa.

Desde 1982 no ha cantado nunca: ahora pinta extensas manchas de colores primarios:

Son sombras que respiran sobre sí mismas.

Pero el silencio es ficticio. Don Van Vliet ha dejado en suspenso la voz, colgada sobre las salamandras, las moscas minadoras de hojas, los gusanos blancos que parecen fabricados con papel de arroz, los anolis verdes, iguánidos que se tornan rojos con la excitación…

Su música está colgada sobre el larvario del mundo.

En especial Safe As Milk (1967), Trout mask replica (1969) y Doc at the Radar Station (1980), que escucho otra vez, como cada tanto, enfermo y apasionado, discos excitados, de olor animal, donde una tropa de hienas, bufalos y ciempiés sale de un poblado fisiológico y trota, cargada de humanidad, buscando carne que morder.

Nada de rock de bragueta y tetas, nada de guitarra rápida y melodía irresistible, nada que no puedas tocar tu mismo si tienes la valentía de enfrentarte a la mirada estrábica de una monja en las nubes. Nada películas de fondo barato y envoltorio caro , esto es blues deformado por los instintos, pintado más que interpretado, místico hasta el ascetismo.

Nada de intelectualismo, de nanas para modernos que (todavía) quieren matar a papá y tener sexo con mamá. Instrumentos sin afinar, libres de mordaza, primitivos, con todos los orificios peligrosamente abiertos.

Los amigos de Van Vliet aseguran que tiene capacidades extrasensoriales: puede predecir con un adelanto de dos segundos que sonará el teléfono.

No escucha música:

No me gusta la entonación, prefiero el silencio.

Ha escrito cinco novelas que no permite publicar:

Hablar con signos es para los mudos, yo no lo estoy.

No aparece en público desde 1990. A veces, sólo a veces, escribe poemas:

Del océano
Pesco ostras

De la gente gente que mira el océano
Pesco úlceras

Loco no, desconectado.

Huelguista contra la dominación del lenguaje lineal:

Busco un idioma sin ciclos.

Alquímico:

Hay una gota de agua que contiene el océano entero. Quiero ser esa gota, colorear esa gota y dejar que se mezcle con el atardecer.

Anti formalista:

Los hombres modernos quieren graduarse, licenciarse; se graduan en especialidades aisladas, cando deberían licenciarse, como los delfines, en atravesar el horizonte y llegar al sol; los hombres modernos no se gradúan en arena, sol y agua; se pudren en ciudades que son como lentas tortugas con diarrea crónica.

Seguro de la inseguridad:

Los pájaros vuelan muy deprisa, pero no pretenden llegar a ninguna parte.

La única música posible es la que parece interpretada por quien tiene todo por perder:

Hombres que se están ahogando, intentando inutilmente alcanzar la costa.

No se trata de desesperación, sino, quizá, del instante previo al abandono, cuando te has amigado con la muerte pero no con la casi-vida que dejas atrás.

No necesito que Don Van Vliet regrese, no me uniré  a ese coro.

En lo que a mí respecta, siempre ha estado aquí. Como las cucharachas que te asustan antes de que llegue yo para matarlas:

Crash.

[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=iqRHr5pEIFU]

:::

Circula un buen documental sobre el hombre, The Artist Formerly Known as Captain Beefheart (BBC, 1967). Se puede ver, en seis pedazdos, aquí: 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6
El fotógrafo Anton Corbijn realizó un corto, Some yo yo stuff. Es demasiado arty, pero se sostiene. Parte 1 | Parte 2.

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8 Responses to Hombre que se ahoga

  1. todavia on 13/02/2010 at 22:07

    Yo quisiera graduarme el sol, arena y aguja.

  2. carolina on 14/02/2010 at 03:50

    No conocía toda esta historia. Me ha encantado. Parece que aún es posible desaparecer…

  3. bichito on 14/02/2010 at 13:33

    todavía: son buenas tus licenciaturas… yo tengo la impresión, como dice el Capitán B., que la mía no me sirvió de nada… ¿qué demonios significa ser licenciado en periodismo?… juntar letras, contar mentiras…

    carolina: en la llave USB que tengo para ti están los tres discos que cito por ahí =)

  4. When i was in college there was an artsy fartsy student who wore a t-shirt that had Captain Beefheart’s face on it (oh, the irony). I used to think: who the hell is this dude?
    I also came across the name Captain beefheart when I went through my Frank Zappa stage in the 80’s ( Like, I had to be, you know, like The Valley is like, oh, my gawd, sooooo close to like, Ventura County, fer sure!). But again, I didn’t bother to find out who he was. Of course, after reading your awesome post, I can kick my own ass now for not doing my research.

    Yesterday I watched the whole documentary! I liked it! Thanks!

    p.s.

    I have a child with autism in my classroom. I think she “speaks” Captain Beefheart.

    This is N speaking:

    Monster Truck (pause) Wooooooooooooooooman!

    (I love this phrase)

    When I say chaos, she tells me:
    Do you mean HUGS and KISSES?!

    When I teach math, N shouts:

    Booooooooooooooooooooooooooring!

    (ahem, some truth ……although it is not appropriate classroom behavior, deep down I think she’s the only one with enough courage to say it).

    There’s a lot of talk these days about the “Autism Spectrum” I wonder where Captain Beefheart falls in it…..(or maybe i’m just comforming to this country’s bad habit of diagnosing everybody and their mother )

    : D

  5. bichito on 14/02/2010 at 21:09

    trying: I have a Captain Beefheart t-shirt!

    post edit: and, of course, I can imagine 100% Don Van Vliet saying/yelling: «Monster Truck (pause) Wooooooooooooooooman!»

  6. Urbancronics on 15/02/2010 at 06:45

    Hola:
    Mi inglés suele ser malo.
    Como tu artículo está en español, mejor para mi.
    Alguna vez he visto sin prestar ateción, algún corto de Capitán Beefhart, pero he seguido atentamente el artículo, y el personaje me ha llamado mucho la atención.
    Me resulta sumamente excéntrico y personalísimo, y con algo del viejo rock de Centro-Oeste Americano en su tonada. Los clips recomendados y el reportaje me resultaron gratos, entretenidos y a veces reveladores por la libre ligereza de los comentarios y respuestas de Don Van Vliet. Una personalidad única, al parecer.
    Su personalidad me hace venir a la memoria -ignoro porqué- a esas personas tocadas, como Jackson Pollock, W. Allen o Ed Woods, guardando las razonables distancias y las distintas artes. Esos videos, el cuervo, la pintura, los arenales, los comienzos de blanco y negro y los aportes de la banda me hicieron conocer a alguien muy especial del que trataré de seguir enterándome.
    Uno debería en muchos casos tomar el Mandamiento 5 de su decálogo, y tratar de proyectarlo en algunos aspectos de la vida cotidiana.
    Te he dejado los datos, si puedes mandarme copia de los artículos que publicas te lo agradecería.
    Saludos cordiales.

    • bichito on 17/02/2010 at 02:44

      Bienvenido, Urban: creo que el Capitán está bastante más cerca del genio que Allen, Pollock o Wood, si es que el genio implica no sólo la obra genial, sino el carácter ajeno, extra terreno, de esa genialidad. Allen, que me encanta (bueno, me encantaba), no deja de ser un cineasta clásico -a la manera de Dreyer o Bergman- con un maravilloso sentido del humor; Pollock es como un Picasso trastornado, y Ed Wood, el pobre Ed, era un outsider, perdido incluso para sí mismo. Don Van Vliet, al contrario, transgrede cualquier comparación. ¿Con quién maridarle? ¿De dónde viene su música asonante que es a la vez blues y cabaret galáctico?… No me tenga demasiado en cuenta, cuando hablo de este tipo me pierde la pasión.

      Enlazo su bitácora en ésta. Tenemos amigos comunes. Creo que es la manera más fácil de estar cerca.

      Un saludo.

  7. Captain, rip | joseangelgonzalez.net on 18/12/2010 at 18:41

    […] confesé lo que hizo por mí: descubrir el lenguaje de las rocas y los […]

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