30 años

08/12/2010
Yoko Ono, John Lennon and Muhammad Ali are among some of the VIPs at the Inaugural Party held the night before the inauguration of President Jimmy Carter. Foto: Wally McNamee/CORBIS.

Yoko Ono, John Lennon and Muhammad Ali are among some of the VIPs at the Inaugural Party held the night before the inauguration of President Jimmy Carter.Foto: Wally McNamee/CORBIS.

La foto la hicieron el 19 de enero de 1977.  Los trajeados asistentes celebraban, en una cena para vips y poderosos en Washington DC, la elección de Jimmy Carter como presidente de los Estados Unidos.

Carter tuvo la decencia -entre muchas indecencias- de pronunciar uno de los más singulares discursos de un mandatario yanqui. El 15 de julio de 1979 se dirigió por televisión a todo el país y dijo:

«En una nación que se enorgullecía de duro trabajo, familias fuertes, comunidades unidas, y nuestra fe en Dios, muchos de nosotros ahora tienden a la autoindulgencia y el culto al consumo. La identidad humana ya no se define por lo que uno hace, sino por lo que uno posee. Pero hemos descubierto que poseer y consumir cosas no satisface nuestro anhelo de significado».

Es lícito suponer que al menos dos de los tres vips de la foto sabían bien de qué estaba hablando Carter (Muhammad Ali ha sido el más consecuente del trío). Durante sus años de residencia en Nueva York, Yoko Ono y John Lennon gustaban de vestir ropa de corte militar, donar dinero al IRA y, mientras vivían como los millonarios que eran, difundir mensajes bastantes pueriles sobre lo bello que sería imaginar que no hubiese cielo ni infierno.

Hoy se cumplen tres décadas de la muerte del santo patrón de aquel contradictorio pacifismo de guardería.

El 8 de diciembre de 1980 fue un día macabro. Me llamaron de la radio en la que trabajaba para que me incorporase a filas. Hicimos 48 horas ininterrumpidas de programación. Sonaron todas las canciones de la mejor maquinaria pop de la historia, los  Beatles: las inolvidables (A Day in the Life, I Am the Walrus, Get Back, Come together…) y las penosas (Yesterday, Yellow Submarine, Something…). También las piezas de Lennon tras la ruptura del grupo, entre las cuales, siendo muy benevolente, quizá haya tres que soportarían el paso del tiempo si su compositor siguiese vivo. Lo demás es morralla.

Lennon sin McCartney era menos Lennon. Acaso él lo sabía. Por eso decidió dejar de ser cantante y meterse a predicador.

Apenas recuerdo qué dije, qué argumenté, en aquel maratón en frecuencia modulada.

Hace 30 años las balas de un demente me borraron la memoria.

Me cruje el alma cuando veo como la perversa japonesa explota el legado de su marido como un fondo de pensiones. Me cruje aún más cuando escucho la reivindicación progresiva de la obra de un mesías.

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