La duodécima novela de Haruki Murakami, After dark, un libro de memorias sobre la metafísica de correr y la adaptación al cine de Norwegian Wood abren otra temporada explosiva para el escritor japones de best sellers adolescentes.
Es tan correcto que uno debería recelar: hijo de académicos, corredor de maratón con una decente marca personal (3 horas y 27 minutos), jugador de squash, persona suave y nada desconcertada, ídolo pop y, sobre todo, voz oficiosa de ese Japón cool y alienante que, gracias a Sony y a Dragon Ball, se ha convertido en la Arcadia de ciertas tribus de toxicómanos de la e-cultura. Haruki Murakami, por supuesto: el único escritor capaz de competir con Ken Follet en los vagones de los suburbanos.
Acaban de editar en España su duodécima novela, After dark (Tusquets, 16,35 €). Será una de las sensaciones de la temporada literaria y no decepcionará a los fanáticos: hay sexo, televisión, fast-food, jazz y un más que ostensible intento de plagiar la conjetura de los submundos que discurren bajo la normalidad del cineasta David Lynch, a quien el cerebral Murakami admira pero nunca aventajará: hace falta estar loco para hablar de la locura.
Correr para no engordar
After Dark no es la única novedad del prolífico japonés. En el mercado sajón ya está circulando What I Talk About When I Talk About Running [ya traducido al castellano cuando publico esta entrada: De qué hablo cuando hablo de correr], un libro de memorias donde Murakami cuenta cómo empezó a correr (por una nada trascendente motivación: dejó de fumar, engordaba y quería mantener el tipo) y teoriza, muy en plan new age, sobre las bondades metafísicas del ejercicio corporal y el esfuerzo.
El éxito mundial de Murakami es incontestable: es un best seller global, traducido a 40 idiomas. Incluso se le mencionó hace unos días como posible candidato al Nobel, ese premio que conceden a escritores de otros planetas. Basta acudir al oráculo para constatar la popularidad. Google sitúa en casi siete millones las referencias y en los muchos foros virtuales dedicados a sus obras la fiebre adolescente puede palparse con el mismo vigor ciego que despiertan la moda pronta, los grupos musicales prefabricados o algunas doctrinas religiosas. Murakami mola.
“Mueres a los 18”. Acaso la esencia del boom esté en la frase declarativa que él mismo ha repetido más de una vez. Su literatura es para los niños otaku, vacíos pese a estar conectados en régimen non-stop a todas las redes sociales posibles. Ha recolectado sueños y, siguiendo la moda de hacer listados, los ha agrupado. Su narración es enumerativa y en ella podemos encontrar, sin más ánimo crítico que el inventario, a las hamburguesas McDonald’s, los cigarros Marlboro, Julio Iglesias, Robert De Niro, Bruce Springsteen, los helados Baskins-Robbins, la revista Penthouse, el béisbol, las camisetas Adidas y otras piezas del santuario comercial estadounidense.
Se está retratando. Nacido en 1949, Murakami pertenece a la generación shin-jinrui (en japonés, nuevos seres humanos), los nacidos tras la II Guerra Mundial y magnetizados por la cultura y las apariencias del país que lanzó las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Sus referentes, que proclama con sospechosa frecuencia a los cuatro vientos, son el rock and roll, el jazz, las comedias televisivas y la literatura de los dos grandes Raymond: Chandler, el inventor del detective sombrío Philip Marlowe, y Carver, autor de un cuerpo de relatos basado en la idea única del aislamiento.
Adolescente retraido (“me encerraba en mi habitación, veía la tele, escuchaba música y leía novelas estadounidenses”), licenciado en guiones y teatro clásico y dueño del club de jazz Peter Cat durante siete años, publicó su primera novela en 1979. Vivió fuera de su país (Grecia y, claro, EE UU) entre 1986 y 1995 y desde entonces reside en un pueblo chic, Osio, a una hora de Tokio en tren-bala. Tiene una colección de discos envidiable de 7.000 álbumes y lleva una vida de disciplina ninja: se levanta a las 4 de la madrugada sin necesidad de despertador, escribe durante siete horas, hace ejercicio hasta la comida y se mete en cama a las 9 de la noche. Nunca recuerda los sueños.
Quizá no sea injusto equipar a Murakami con J.D. Salinger (ambos son toscos como estilistas literarios, artificiosos en la construcción de tramas y tienen gancho entre los teenagers que no quieren crecer), pero bordea la impertinencia citar a Kafka como referente del japonés, que con su novela Kafka en lo orilla (2006) alimentó la comparación. Dónde Murakami dibuja situaciones tan retocadas como fotos de calendario, Kafka descubría el sordo y negro humor de la existencia.
Si de algo adolece este fecundo pop star es de sentido del humor. Sus personajes hablan de comida, sexo o enfermedad con la misma lóbrega vanidad. Son como Peter Pan, sí, pero se han olvidado de ejercer la más rotunda forma de rebelión, el juego. Por esa omisión y pese a la música que escuchen o las zapatillas que usen, están condenados a remedar a sus padres.
Es una pena que buena parte de la vasta obra de Murakami siga inédita en castellano, idioma en el que sólo pueden leerse seis novelas y una colección de relatos. Sigue sin traducir, por ejemplo, And’guraundo (Metro en japonés), un libro de entrevistas periodísticas, editado en 1998, con más de 60 de las víctimas y 8 de los terroristas de la secta Aum involucrados en los ataques con gas sarín, tres años antes, contra el suburbano de Tokio. Según el escritor, el cara a cara con el horror y la potente precisión del lenguaje de la gente corriente le hicieron cambiar de registro y depurar su estilo.
La obra básica, a la pantalla
El director franco-vietnamita Tran Anh Hung (El olor de la papaya verde, Cyclo) llevará al cine la mejor novela de Murakami, Norwegian Wood (2000), que toma el título de una canción escrita por John Lennon para los Beatles y fue traducida al castellano, de manera absurda, como Tokio blues (Tusquets, 2005). El libro, un flashback sobre la pérdida de la inocencia, vendió en Japón casi 10 millones de ejemplares y elevó a Murakami a la categoría de autor nacional entre los adolescentes. La adaptación al cine, que Murakami aceptó por su admiración por la obra de Hung, será filmada a partir de febrero del año que viene [la película ya ha sido estrenada en Japón y en Europa será exhibida en los próximos meses].
[Esta pieza fue publicada el 16 de octubre de 2008 por el diario 20 minutos. Aquí la puedes leer completa en PDF]
[…] la protagonista de la nueva novela de Haruki Murakami, el plumilla global del gafapastismo, se convence de que, para sobrevir, o camaleona o […]
Además de un cabrón edulcorado, te copia las poses en las fotos.
Bueno… No diría yo tanto =)
i feel tempted to defend mr. murakami’s writings, but it would be dumb since i’ve only read one of his short stories (harper’s).
it was awesome…
He was really good on short stories. His novels are soooo boring… But now I’m curious about your opinion.
Murakami’s novels are absolutely fantastic, he’s really a giant..
Nice surprise, Robbi.
[…] tempo de los Beatles o el de Bach (este libro, dice, se mueve al ritmo del Clave bien temperado), Haruki Murakami (1949) siempre baila con su propia mix-tape: soledad urbana, memoria privada, don de la oportunidad […]
[…] modernidad, sirve a Yuuta para mostrar una melancolía parecida a la de algunas novelas de Haruki Murakami, ese escritor al que deberían dar el Nobel de una vez para evitarnos a los demás la lectura […]