El barrio de mi segunda etapa como residente en Madrid tenía trazas de aldea. Conocía y me conocían: la florista, los camareros, la familia que despachaba cigarrillos, los fruteros, el pescadero, los quiosqueros, la elegante dueña de la licorería, los niños… «Hola, ¿cómo estás?» no era formulismo, nota al margen, sonaba a poema… H....
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