En el verano de 1936, cuando todavía estaban activos los devastadores efectos de la Gran Depresión que había estallado siete años antes, la revista Fortune envío al escritor James Agee, que tenía 27 años, y al fotógrafo Walker Evans, de 32, al sureste de los EE UU para que documentasen la vida de varias familias blancas de arrendatarios que cultivaban campos de algodón. Convivieron durante ocho semanas, de manera íntima y constante, con los habitantes de tres hogares que a duras penas lograban alimentarse y que residían en lo más hondo de la brecha de la desigualdad.
El fruto de aquel encargo fue, además de varios reportajes seriados en la revista, el libro Elogiemos ahora a hombres famosos, editado en 1941 y quizá una de las obras de lírica más poderosa de la literatura de no ficción estadounidense del siglo XX, en la que es posible encontrar ecos de Melville, de Whitman, de Thoreau, de Faulkner… Agee escribió que se trataba de una «investigación independiente de ciertas dificultades normales de la divinidad humana» mediante dos instrumentos, la cámara fotográfica y la palabra impresa, pero advirtió que el «instrumento predominante (…) es la conciencia humana individual y antiautoritaria«.
Antes de la publicación del libro, las fotos de Evans de las familias de apareceros se habían convertido en legendarias representaciones condensadas de la extrema pobreza de las zonas rurales del país. Junto con las imágenes de Dorothea Lange de los emigrantes forzosos que huían en masa de los terrenos yermos a causa de la Great Dust Bowl (gran tormenta de polvo), que arruinó 400.000 kilómetros cuadrados de tierras de cultivo entre 1931 y 1937 en el sur del país, las fotos desoladoras de Evans de los arrendatarios de Alabama vestidos con harapos y viviendo en barracones conmovieron a la opinión pública y extendieron la certeza de la pobreza extrema por todo el país.
En1938 Evans incluyó una amplia selección de la serie, junto con otras de sus fotos de finísimo estilo documental, en American Photographs, la primera exposición individual de un fotógrafo que se celebró en el Museum of Modern Art de Nueva York (MoMA). Para conmemorar el 75º aniversario de la muestra, la pinacoteca vuelve a exhibirla siguiendo el montaje original. Walker Evans American Photographs estará en cartel hasta el 26 de enero de 2014.
La instalación, con 60 copias originales, demuestra el poder del padre del documentalismo moderno para crear un «retrato colectivo» del Este de los EE UU durante una época de «profunda transformación» social que coincidió con un aluvión de imágenes, tanto fotográficas como cinematográficas, «de una cultura de masas en expansión«, dicen en el MoMA. La colocación de la muestra en el cuarto piso del museo, el mismo que alberga las galerías
de pintura de Robert Rauschenberg, Jasper Johns, Jackson Pollock y Andy Warhol, destaca que, tras la II Guerra Mundial, el interés de Evans por «los signos y los símbolos y la cultura comercial» tuvo continuidad entre los artistas estadounidenses de los años sucesivos.
Walker Evans American Photographs está divida en las mismas dos partes que en 1938. En la primera Evans presenta un retrato social de individuos y ambientes y en la segunda muestra las «reliquias» de la «identidad estadounidense», con imágenes de calles, fábricas, iglesias rurales, casas de madera… Las fotos no pretenden crear un relato narrativo coherente ni un significado particular, «sino buscar conexiones a través de la repetición y la interacción gráfica».
Según Lincoln Kirtein, que escribió el prólogo para el catálogo original, «después de ver estas imágenes con todos sus detalles claros, horribles y hermosos, su abierta locura y grandeza lamentable» es posible colocar a Evans entre los grandes narradores de los EE UU. «¿Qué poeta ha dicho lo mismo? ¿Qué pintor ha demostrado tanto? Sólo los periódicos, los compositoes de música popular, los publicistas o los profesionales de la radio tienen este tipo de energía ciega (…) El trabajo de Evans tiene, además, lógica, continuidad, clímax, sentido y perfección«.
El MoMA ha reeditado el catálogo original de la exposición, considerado el primer fotoensayo moderno por su intencionada edición gráfica. El libro estaba agotado y resultaba inencontrable excepto en ediciones altamente costosas de segunda mano.