«Paseo por el jardín del Paraíso», la foto con la que W. Eugene Smith renació del dolor

29/08/2013
"A Walk to the Paradise Garden" - W. Eugene Smith, 1946

«A Walk to the Paradise Garden» – W. Eugene Smith, 1946

El hombre que hizo la foto —quizá una de las imágenes que mejor abrevian la esperanza, el descubrimiento y el optimismo— sufría terribles dolores en cada articulación del cuerpo. Cargar con la cámara era un esfuerzo titánico y la simple acción de apretar el disparador no resultaba concebible sin sentir en las manos un padecimiento extremo. Era de tal magnitud el enfrentamiento con el dolor que W. Eugene Smith se refiere a la foto, pese la placidez del tema, como un «esfuerzo fotográfico».

La primavera de 1946 no había llegado con paz para el padre del fotoensayo. Durante los últimos dos años intentaba superar las secuelas de las heridas causadas por un mortero japonés en Okinawa, donde retrataba el frente del Pacífico de la II Guerra Mundial. Había estado a punto de morir pero sólo recordaba el momento como un impacto radical al que siguió la pérdida de toda consciencia. El vía crucis llegó luego con las operaciones repetidas y la rehabilitación que parecía no avanzar. Los calmantes no lograban paliar el tormento de un cuerpo descoyuntado. «Fueron dos años de dolor y desconsuelo, los peores de mi vida, una crisis física y personal de dimensión aterradora», recordaría el fotógrafo con el tiempo.

Para medir el alcance de la tortura cotidiana que padecía Smith debemos considerar de quién estamos hablando. Todo lo contrario a un quejica —hijo de padre suicida tras la quiebra económica de 1929, freelancer sin estudios capaz de lanzarse a la selva de Nueva York y encontrar hueco laboral, reportero antisfacista que en un momento de «revelación» decidió dejar de seguir a los soldados y limitarse a la aflicción de los civiles inocentes atacados por la maquinaria bélica…—, el fotógrafo estadounidense no era amigo del lamento y sabía bien, a los 28 años, que los caminos están sembrados de espinas. «Nunca hice una foto, buena o mala, sin pagar el precio de un gran tormento emocional», había declarado.

Sin embargo, aquella mañana de la primavera de 1946, Smith se sentía a punto de abdicar. «No estaba seguro de si sería capaz de volver a fotografiar de nuevo», escribió más tarde sobre el día en que tomó la imagen de los niños, sus hijos, Pat y Juanita. Para nuestra felicidad y la del arte fotográfico decidió que valía la pena probar y saber si era capaz, pese al pánico y las secuelas físicas, de recitar de nuevo «un soneto a la vida y al valor para seguir viviendo».

Trastabillando, luchando contra las «iniquidades técnicas de la cámara», intentando que el dolor se quedase dentro o, mejor, se licuase con la luz, siguió a los críos en una improvisada y pequeña excursión por el jardín que servía de pórtico a una zona boscosa. El relato tiene la cadencia de una epopeya: «Compuse el ajuste, intenté hacerlo, pero una oleda repentina de dolor en el brazo y la espalda me paralizó. Disparé una vez tras un verdadero esfuerzo y el dolor regresó aún más violentamente. Tuve una arcada, un sabor espantoso me subió por la garganta y llegó a la boca… Intenté disparar de nuevo, luchando contra mí mismo. Cada vez que apretaba el disparador el dolor regresaba acrecentado».

Finalmente, Pat y Juanita superaron el círculo de vegetación para entrar de la mano y sin miedo en una zona de luz y sorpresa. Smith hizo la foto definitiva. Lo supo desde el instante en que accionó el mecanismo de la cámara. «Sabía que esa la foto. No era perfecta y quizá no fuese importante para el resto del mundo, pero flotaba en la eternidad. Las ondas de choque que acosaban mi cuerpo y mi mente seguían buscándome, lacerando mi carne, pero fui consciente de que espiritual y físicamente había dado un primer paso para alejarme de mis dos años perdidos en el dolor».

A Walk to the Paradise Garden (Un paseo por el jardín del Paraíso), el título de la imagen, juega con el ideal de aventura que reside en la congelada fracción de segundo de la imagen. Para Smith el afán de descubrimiento fue textual: en 1948 firmó The Country Doctor, donde acompañó a un jóven médico rural en el área de Dénver; tres años después publicó Nurse Midwife, en el que siguió a la comadrona negra que ayudaba a nacer a niños blancos en un área con fuerte presencia del Klu Klux Klan, y también en 1951 entró en la España doliente del franquismo engañando al Gobierno de la dictadura y preparó para Life el reportaje Spanish Village, el primero que exploró la tristeza profunda de un pueblo rural tras la Guerra Civil.

Los problemas no se solucionaron milagrosamente con la foto de Pat y Juanita. Smith empezó a consumir anfetaminas y beber mucho alcohol. Trabajaba con la intensidad de cuatro hombres, como buscando respuestas finales en cada foto.

Cuando el reportero murió de un ataque fulminante al corazón en 1978, a los 59 años, en la cuenta corriente tenía 18 dólares. Algunos idiotas le acusaron de haber sacrificado su vida en busca de un ideal sin saber que lo había encontrado años antes en un jardín de la mano de la curiosidad de dos críos valientes.

[Escrito para Trasdós – 20 minutos]

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