A la fotógrafa Vanessa Winship (Barton-upon-Humber, Reino Unido, 1960) le queda poco por demostrar como dueña de una mirada que se enciende ante la condición humana, el arraigo y las minorías y casi ningún gran premio por ganar en los últimos años: dos veces el World Press Photo (1998 y 2008), una el Sony World Photography (2008), otra el Descubrimiento de PHotoEspaña (2010) y una el Cartier-Bresson (2011). Ahora desembarca en Madrid con una retrospectiva que abarca todas las series de su trabajo —la primera en todo el mundo— y el estreno de la última, un repaso desolador por el paisaje mutilado de Almería por culpa de la agricultura intensiva de los invernaderos.
La exposición de Winship, con casi dos centenares de imágenes, inagura, además, la nueva sala dedicada a fotografía que la Fundación Mapfre abre en la milla de los museos de la capital. Tiene casi 900 metros cuadrados y está en la calle Bárbara de Braganza, 13, en la esquina con el Paseo de Recoletos. La muestra estará en cartel, con entrada gratuita, hasta el 31 de agosto.
Los patrocinadores no se equivocan al elegir a Winship —una fotógrafa «con una capacidad especial de emocionarnos y sobrecogernos», dicen—, cuyo lenguaje está anclado en la modernidad pero tiene fuertes vínculos con el documentalismo clásico y ahonda en cuestiones como la identidad, el arraigo (y el desarraigo), las fronteras, la unión con la tierra natal, la identidad y el género. Nadie que haya visto su trabajo Sweet Nothings sobre chicas escolares de zonas rurales del este de Anatolia, que fue editado en libro en 2009 y se convirtió en una de las más potentes publicaciones fotográficas de los últimos años, podrá olvidar el impacto.
La gran novedad de la retrospectiva es Almería. Where Gold Was Found (Almería, donde encontraron oro), una serie datada este año y encargada por la Fundación Mapfre. Con la inspiración de Campos de Níjar, la colección de crónicas oscuras que Juan Goytisolo dedicó a la zona en 1960, Winship se imbuyó del sentido africanizado de la zona.
«Sentía que Almería era a la vez una antigua y una nueva frontera, desde los molinos abandonados y las torres de vigilancia que salpicaban el paisaje hasta los restos de aljibes árabes o las palmeras que recordaban a África», escribe en la introducción a la serie, que compuso, añade, como «un conjunto de oraciones visuales que hablan del anonimato, de la naturaleza del trabajo, de la presencia en la ausencia, del ciclo de la vida que se repite, persiste y sigue adelante».
Esta vez la gran documentalista del ser humano en Georgia, los Balcanes, Anatolia, las costas del Mar Negro y los espacios anónimos del interior de los EE UU, se ha concentrado en los perversos efectos sobre el paisaje de la agricultura intensiva, basada en «ese no-lugar que es el invernadero» como una metáfora de «inestabilidad y vulnerabilidad», dicen desde Mapfre. La fotógrafa percibe Almería como «una tierra de desarraigo y anonimato», con un paisaje «despojado y desapacible» que «no parece pertenecer geológica ni económicamente a las provincias que la colindan».
En Almería, donde encontraron oro, la provincia andaluza no es demasiado diferente de los lugares conflictivos del Mar Negro o los Balcanes que retrató Winship en el pasado. En las fotos de la serie «la tierra del oro, el cine y el mármol, hoy patria del material sintético, parece suspendida, como Kosovo, las fronteras de Anatolia o la América profunda, en un limbo del espacio y de la historia».
La serie, que se centra en las formas geológicas de las costas del Cabo de Gata, la desolación paisajística provocada por la propagación de la economía de los invernaderos, las formas de las canteras de Macael o en las ramblas y desiertos de Tabernas, muestra «un paisaje atomizado en el que la urbanización y lo rural se tocan y en el que ese no-lugar que es el invernadero parece resumir toda la inestabilidad y vulnerabilidad de la zona».