Uno de los más afilados relatos de Franz Kafka —que era más humano cuanto menos desarrollaba sus textos— es Deseo de ser indio, que ocupa apenas una líneas y se debe tragar con la misma fe que una píldora:
Si pudiera ser un indio, ahora mismo, y sobre un caballo a todo galope, con el cuerpo inclinado y suspendido en el aire, estremeciéndome sobre el suelo oscilante, hasta dejar las espuelas, pues no tenía espuelas, hasta tirar las riendas, pues no tenía riendas, y sólo viendo ante mí un paisaje como una pradera segada, ya sin el cuello y sin la cabeza del caballo.
El sosegado y eficaz redactor diurno de informes de accidentes laborales se convertía, en las garras del insomnio, en un feroz aullador. La cena vegetariana, la calistenía que practicaba en desnudez ante la ventana abierta al abismo tembloroso de Praga, las brazadas diarias en el río…, nada de aquella sanitaria agenda lograba apagar el horno que anidaba en el pecho.
Tengo pendiente la tarea de comprobar cuántas pastillas restan en el arsenal que traje desde Madrid, protegido por una carta en inglés de la psiquiatra justificando la abundancia de mis alforjas químicas para entregarle a cualquier aduanero quisquilloso (no hizo falta, nadie preguntó).
De culminar el recuento temo comprobar que quizá sólo me queden pastillas para unas semanas o unos días o que, aún peor, la bandeja metálica que me tutela en el bolsillo de la chaqueta sea la última.
¿Qué sucedería entonces? No tengo seguro médico en el páramo social estadounidense —no podría pagarlo: a mi edad el riesgo es alto y las primas de las compañías privadas son descabelladas— y ni siquiera creo que me alcanzaría para costear una consulta que, por otra parte, no admito: explicar otra vez, soportar otra vez.
A veces me pregunto cómo será el síndrome de abstinencia tras ¿veinte?, ¿veinticinco? años de antidepresivos. ¿Acaso «una pradera segada, ya sin el cuello y sin la cabeza del caballo?».
vuelve a casa para navidad – a cargar los zurrones- Sin coñás.
Esa es la idea, Segun. ¿Problema? El dinero para el billete de ida y vuelta. Por ahora no veo posibilidad. Pero ya llenaré los zurrones de alguna forma. Gracias.
Si se puede mandar algo por correo, puedo intentarlo.
Es la opción, Mónica. Creo que puedo solucionarlo así. Mi psicóloga es un cielo.
OK. Bicos.