Ventisiete años sobre el mundo, veintinueve canciones, dos fotografías ciertas (en ambas aparece sonriendo), una presunta (en la que también sonríe), la certeza de que su guitarra era una Kalamazoo KG-14, un certificado de defunción con una nota caligráfica («no doctor») que parece un título de blues esperando desarrollo… El legado de Robert Leroy...
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