Nunca había retratado a Ana pese a que es la mejor de las guardianas del Paraíso. Esta vez le hice un par de fotos analógicas. La tarde había sido larga: comimos en el patio, entre la juerga de los gatos, bendecidos por la tibieza imprevista del otoño. Hablamos. Como siempre sucede con Ana, hablar...
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