Tuve unas botas dignas de pastos, desvíos y esperas, de tiempos detenidos. Tal vez frente a una máquina automática de hielo o un surtidor de gasolina. Los estiletes de las punteras, dedos del diablo, pinchaban la piel del viento. La melodía de los tacones era la colección de inútiles consonantes de un alfabeto. Unas...
más»