Trocó entonces el negro pájaro en sonrisas mi tristeza con su grave, torva y seria, decorosa gentileza; y le dije: «Aunque la cresta calva llevas, de seguro no eres cuervo nocturnal, viejo, infausto cuervo obscuro, vagabundo en la tiniebla… Díme:—«¿Cuál tu nombre, cuál en el reino plutoniano de la noche y de la niebla?…»...
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