Desde hace tres semanas vivo esperando que el despacho de agencia se me clave en el pecho como un cuchillo impersonal preguntando quién, cuándo, dónde, cómo y, sobre todo, por qué. Así es el mareo que me ataca diez, quince, veinte veces cada día. A veces es corto, un pinchazo, un lametazo de lengua...
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