La relación entre nostalgia y decrepitud es secundada, como tantos otros clichés, con poder teológico y por público universal. Tenemos la culpa quienes despreciamos el presente de forma inarticulada —“el mundo da asco” y otros ladridos desesperados—, y tememos el futuro, porque adivinamos el extravío. Añoramos la constancia y el orden que fueron, o...
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