Logró que Charlie Chaplin llorase, que Greta Garbo se quedase sin palabras («es… el arte», dijo apenas) y que el presidente más carismático de los EE UU, Franklin Delano Roosevelt, la invitara a actuar en la Casa Blanca. Como la bailaora se había negado a cobrar, el mandatario le regaló tras el fuego encendido...
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