Los melancólicos, los que han olido las fauces del lobo… Nos gustan: temblamos, acomodados en el futón, ante las pesadillas de laúdano de Poe; suspiramos, al abrigo de la tarifa nocturna, mientras los dedos tenebrosos de Gould reinventan a Bach. Quizá porque somos conscientes de la propia vulgaridad, pagamos por los genios locos que...
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