Más de una vez me entretengo en la poderosa apatía de los cuartos de baño, en su perfección clínica. Me agacho con las piernas encogidas y la pared apoyada en el alicatado, tabique de quirófano, y espero en el blanco detenido hasta segregar el mareo en cualquiera de las formas posibles: orina, palabras, gesticulaciones,...
más»