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Anoche, en la madrugada del otoño que tanto espero, encontré esta pasmosa descripción en Al pie de la escalera, la novela de Lorrie Moore que me tiene subyugado:
Alguien tarareaba a la vez que interpretaba el suave lamento de Bach. Más adelante sería dueña de todas las descabelladas grabaciones de Glenn Gould, de todas las que estaban a la venta, pero aquel día, en el coche, era la primera vez que lo oía tocar. La pieza era como un elegante signo de interrogación hecho con una maraña de hilos, como una pregunta formulada por un hombre bien vestido desde un ataúd, todavía vivo. Avanzaba lentamente, como una ecuación meticulosa, sólo que de repente dejaba de serlo: si x es igual a y, si mayor es igual a menor, si la muerte es igual a parte de la vida y la vida a parte de la muerte, entonces ¿qué resulta de sumar las infinitas notas de esta particular frase? La pieza preguntaba, respondía, volvía a preguntar, su taciturno preguntar como una sublñimación de la desgana o la aversión.
Los improbables visitantes de esta bitácora saben que Glenn Gould es uno de mis destinos concéntricos. Encontrarlo en el libro, a las tres de la madrugada, fue saber que el camino es siempre el mismo camino.
Bichitos que confluyen… hemos sido hermanos del alma… en tantos puntos de camino… enhorabuena… me alegra tanto saberme tu amiga…José ANGEL González.