Es costumbre, casi norma, que el fin de año conlleve una especie de obligación por definirse.
Quizá se trate de alardear o de una personal contribución al ruido ambiental: la necesidad de dejar constancia en la niebla de la historia de qué o quién nos ha gustado, de qué hemos disfrutado, dónde hemos encontrado motivos para dar un paso, para no tropezar de una vez por todas…
Busco en los estantes del recuerdo para rotular objetos de consumo cultural con la etiqueta de ‘lo mejor de 2010’.
¿Resultado? Un interminable silencio de arena.
Quizá sea mi adormecido spleen el culpable: más allá de los círculos concéntricos del amor cercano, ya nada o casi nada me interesa.
Música, por ejemplo. En otro tiempo, mi salvadora, mi bien más preciado, el único idioma que me hermanaba con «el silencio de las estatuas» al que se refirió Rilke.
Ningún disco datado en 2010 permanecerá en el baúl de mis tesoros privados.
Hago una excepción -gracias al cielo, siempre hay excepciones-: Brothers, el destilado de blues, soul de ojos azules y rock duro de Dan Auerbach y Patrick Carney, The Black Keys.
Me gustan su compromiso con la melodía, su rabia y su malquerencia por la fama y el frivolismo. Todavía no saben posar para las fotos (aunque el clip de Tighten Up es delicioso).
Hundido aún por la muerte de Captain Beefheart (el ideólogo más consecuente, tras Presley y Dylan, del rock como munición mortal) adivino la misma voluntad en músicos silenciosos como The Black Keys: perturbar desde la absoluta, inquebrantable, creencia de que el rock ha de ser sucio o no ser.
[…] mañana me quejé de la falta de buenos discos durante año que concluye. No sucede lo mismo con los libros: 2010 fue […]
Me alegro que disfrutaras, al menos tanto como yo, de los Black Keys. Pocas propuestas hoy en día me tienen atrapado como ellos.
Siento también como propia la marcha del Captain Beefheart, pero me queda su voz y sus sonidos.
Y sigo pasando por aquí, en silencio, recordando viejos/no tan viejos tiempos. Gozoso por volver a leerte en condiciones, mirarte con ojos abiertos, y tener todo junto en un sitio, para no dispersarme por meandros.
Bicho, un abrazo y esas cosas que se desean en estas fechas.
De alguien que te sigue queriendo.
Un placer saber que sigues ahí. Un abrazo grande como el tiempo.