Es fácil provocar, cualquiera puede hacerlo, incluso Madonna, incluso un arzobispo, incluso un terrorista armado hasta los dientes con su odio de puertas batientes.
Es fácil buscar citas que te justifiquen y soporten tu espalda cuando deberías estar apoyado en una pared o un muro.
Por ejemplo, Elbert Green Hubbard:
Quien no entieda tu silencio probablemente no entenderá tus palabras
Hubbard creía, como los arzobispos, en la santa trinidad, aunque también en Ruskin, Thoreau y Whitman, a quienes otorgaba la consideración de “profetas de dios”.
Hubbard, que tenía muy buen gusto para los sombreros y el pelo largo, escribió:
Creo en la luz solar, el aire fresco, la amistad, el sueño tranquilo y los hermosos pensamientos
No era un idiota provocador. También escribió:
Creo en la paradoja del éxito a través del fracaso
Hubbard murió, junto con otras 1.997 personas, en mayo de 1915, cuando el trasatlántico Lusitania fue torpedeado frente a Irlanda por un submarino alemán.
Murió en el mar, acaso antes de caer al mar.
Me gusta la palabra alemana para submarino. Suena a submarino: unterseeboot.
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Como tantos otros, usé la canción de Jimi Hendrix Purple haze para una secuencia bélica de uno de mis documentales.
Purple haze all around
Don’t know if I’m comin’ up or down
Am I happy or in misery?
Whatever it is that girl put a spell on me
Qué malas eran las letras de Hendrix.
El documental nunca llegó a exhibirse: contaba la historia de un marginal, un submarino humano hijo de jerarcas bancarios gallegos, que murió de sida después de ser malo, muy malo.
La familia presentó el mismo día de la emisión un interdicto notarial y la cadena, Televisión de Galicia, tuvo miedo y retiraron el documental de la parrilla.
El submarino humano se llamaba Alejo Pérez Triviño. Atracó farmacias, cantó en grupos de rock, sableó con adorable ciencia a sus amigos, se ganó algún navajazo, alguna bala, surcó con la uña metálica todas sus venas.
Si uno teclea su nombre en Google, aparecen tres o cuatro referencias, todas de diarios de provincias, los únicos que todavía se preocupan por los seres humanos.
Es extraño no estar en Internet, es un consuelo, como vivir en un pueblo pequeño
Me fui de Televisión de Galicia cuando Manuel Fraga ganó sus primeras elecciones. No lo hice por ideología, ni para provocar, no era la primera vez que trabajaba para fascistas. Tampoco fue la última.
Me fui porque todavía entendía el trabajo como aire fresco.
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Cometo pecados cada día. Por ejemplo, no sonreír lo suficiente, no escribir lo suficiente, no leer lo suficiente (ni siquiera a los profetas), no hablar lo suficiente con mis hijos.
Me gusta la palabra alemana para sonreir. Suena blanca: lachen.
Es fácil provocar, cualquiera puede hacerlo.
Añoro despertar a mis hijos. Me gusta la palabra alemana para hijos. Suena a hijos: kinder.
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Cuando tecleo mi nombre en Google aparecen unos 43 resultados, pero álgunos vínculos están rotos.
Me gusta la palabra alemana para vínculo. Suena a pueblo pequeño, de provincias: verbindung.
No sé si me gusta la palabra alemana para escribir: schreiben
No escribo, ya no escribo, no correteo, y eso me está matando. A veces pareces no entenderlo. Entiendo que no lo entiendas.
Du musst lernen der Wort Glück.
Porvenir en alemán: zukunft. Me gusta más en inglés: hereafter. También es cierto que no sé alemán, con lo que se rompe bastante la empatía con las palabras. En inglés es de las veces que juntando dos palabras crean una nueva y te cuentan una historia completa: los detalles muchas veces no importan.