San Francisco está poblado por una tremenda cantidad de aves. Acabo de cruzarme con un colibrí en el patio, mientras fumaba. Su zizagueo estableció con el humo el parámetro de una coreografía.
El halcón que llegó desnortado hace semamas confirmó el mútiple censo de amigos con plumas.
El de las fotos es un vecino frecuente pero no logro saber su nombre pese a las búsquedas. Acaso algún improbable visitante pueda subsanar mis carencias ornitológicas.
Es un pájaro amigo de las calles, confiado y de gran inteligencia.
Mantiene pugnas territoriales con las palomas. Desde que llegué a la ciudad lo encuentro a diario, como un vigilante incansable.
[post script: el pajarillo sin nombre ya lo tiene gracias a los buenos oficios de algunos ornitólogos, es un turpial ojiclaro, también conocido como tordo ojo amarillo]