Un perro escuálido, en apariencia perdido pese al collar.
Una pelea de lucha grecorromana, reglada y correcta, en medio de la acera.
Un hombre dormido sobre un carro de supermercado.
Una viajera triste, acaso movilizada hacia una sombra.
Un saxofón inflable trasladado como un trofeo.
El infinito cansancio de la vejez.
Un par de toallas como dos sudarios de Zurbarán.
Fotos, esta vez digitales, que nada tienen en común excepto mi recorrido.
No hay clave, no hay sentido.