Me autorizas y duermo con la piel del revés, el rayo y el agua son mis hijos. Enciendo el incienso de tus pies y hay tarde, mañana, noche: esa convención de leyes y relojes. Sobre todo, noche, sinónimo de tu espalda prohibida.
Todas mis viejas fotos duermen también, amortajadas en el cartón de una bolsa exiliada en el armario, entre la aspiradora y tus abrigos. Demasiada lluvia para tanta amnesia. Mi pelo desacompasado y antifranquista, el tupé, mis botas francas de cowboy, mis gafotas de Costello… No hay álbum para tanta mierda.
Duermo en la farmacia “El ángel blanco”, donde George Trakl se administraba el sol negro del opio. Duermo como un alma alejada de su herida.
Me autorizas a dormir en el suelo, abrazado a tu ropa y mi ropa también abrazadas. Las diosas ocultas, como las fotos viejas, son niñas malcriadas.