«Un paranoico es alguien que sabe de qué va la cosa». La cita, aún sacada de contexto, resume mejor que cualquier breviario o trabajo académico el pensamiento y la obra de William S. Burroughs (1914-1997), que el 5 de febrero de 2014 hubiese cumplido cien años. Los 83 que vivió —murió de un ataque al corazón mientras dormía, tras haber anotado en su diario una última entrada muy apropiada. «¿El amor? ¿Qué es? El más natural de los analgésicos»— le bastaron para desbaratar la literatura del siglo XX, inventar géneros musicales, ejercer la pintura y, sobre todo, atacar al poder antinatura del Estado sobre el individuo. Otra cita definitiva: «Toda legislación que castiga maneras de vivir es propia de un estado policial».
El Burroughs Century (Siglo Burroughs) conmemora, del 5 al 9 de febrero, el centenario del nacimiento de este «politoxicómano, bisexual, libertario, defensor de las armas de fuego, conjugador impenitente del verbo encular, escritor de fuste, inventor de máquinas de sueños, profeta de la interzona, plegador de papeles, pintor, inventor del punk y abuelo de los punkis, trajinador de hipodérmicas, cantante de rap, cineasta, cazador de efebos, reinventor de la piratería», como le definí en una pieza que escribí hace más de dos años en un blog de 20minutos.es.
La celebración, que incluye desde recitales de música y declamación, exposiciones de arte y proyecciones de cine hasta un Simposio Burroughs, está organizada por la Universidad de Indiana Bloomington. Los organizadores no se pliegan a considerar al multiartista un creador del pasado. Al contrario, aseguran, y no les falta razón, que buena parte de la obra de Burroughs estuvo trufada por la profecía: anunció el peligro del espionaje masivo, la dominación de la tecnología sobre el ser humano y la agenda oculta que se ocultaba bajo la guerra contra las drogas del gobierno estadounidense.
Autor de 16 novelas turbadoras y seis colecciones de relatos —de ninguno de ellos sales igual que entraste—, algunos tan persistentes en el tiempo como Naked Lunch (El almuerzo desnudo, 1959) —rechazado por obscenidad por la editorial y sancta santorum hippie City Lights— y considerado por Norman Mailer, nada amigo de repartir palmadas en el hombro, como «el único novelista estadounidense vivo poseido por el genio», Burroughs debe ser abordado en presente, opinan los promotores del homenaje. «Aunque llamamos a nuestra celebración el Siglo Burroughs no estamos mirando hacia atrás sino hacia delante. Estamos en el siglo Burroughs», dice el coorganizador de los eventos Charles Cannon.
Las ideas del artista y las preocupaciones que expresó en sus múltiples obras de todos los géneros, «siguen siendo totalmente válidas en la actualidad», añade Cannon, quiene cita en concreto la «extralimitación del Gobierno» en sus funciones. «Si él [Burroughs] estuviera aquí hoy estaría hablando de la NSA, como en su día habló de los derechos de los homosexuales o de la guerra contra las drogas cuando no era cómodo hacerlo (…) Su obra no ha envejecido y creo que Lou Reed lo expresó mejor que nadie [cuando Burroughs murió]: ‘Sin William, no hay nada».
«Fue uno de los más grandes escritores del siglo XX», precisa Joan Hawkins, profesor asociado en la Facultad de Artes de la Universidad de Indiana y coorganizador del homenaje. «Burroughs habla con una voz que es auténticamente estadounidense y que ningún otro escritor ha alcanzado. Ha dejado una marca de vanguardia que golpea cada día a mis alumnos cuando leen sus libros».
La galería Grundwald organiza una exposición de pinturas y dibujos del artista, que comenzó a pintar «por accidente» en torno a 1982 y terminó organizando su trabajo gráfico en lo que llamaba «carpetas», que también utilizaba como paletas para mezclar pigmentos. Algunas de las cincuenta piezas que se exhiben están adornadas con purpurina o pintura fluorescente y contienen una o dos líneas de texto. Otras son algunas de las famosas obras que Burroughs realizaba disparando munición real contra signos, latas, lienzos y láminas.
Nacido en una familia acomodada —por la patente de la máquina de calcular Burroughs Adding Machine—, el escritor fue uno de los actores principales de la beat generation (aunque le disgustaba la idea de ser considerado parte de un club) y dejó una profundísima huella en la cultura popular del siglo XX. Fue amigo y colaborador de músicos como Patti Smith, R.E.M. y Kurt Cobain y aparece en la portada —al lado de Marilyn Monroe—del disco de los Beatles Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967).
La rebeldía que ejerció está más allá de las pequeñeces de los anecdotarios y no permite la indiferencia. Sobre el mundo moderno dijo: «Si los países civilizados quieren volver a los ritos druídicos de la horca en el Bosque Sagrado, a beber sangre con los aztecas o a alimentar a sus dioses con sangre de sacrificios humanos, que vean lo que de verdad comen y beben. Que vean lo que hay en la gran cuchara de las noticias«. Sobre el falso ideal de que nuestra opinión sirve de algo añadió: «La democracia es cancerígena y su cáncer es la burocracia (…) No somos responsables. Robad todo lo que esté a vuestro alcance».
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