Las fotos que tiene el espectador ante los ojos son una fantasía, pero creada por simples retoques de maquillaje y pequeños cambios de vestuario. Es decir, la persona de la derecha, con heridas y pústulas en la cara y llagas en los labios, ante la cual casi cualquiera tendría un comportamiento de prevención en un encuentro casual, parece otra a la izquierda, con los estragos de la metafentamina disimulados por polvos faciales, sombras y coloretes. Ante la segunda imagen no adoptaríamos conclusiones previas como hicimos con la primera.
El proyecto del fotógrafo Roman Sakovich (1986) no tiene el componente de juicio moral de los retratos de antes y después difundidos por agencias policiales para intentar mostrar la perversidad física que conlleva el uso de la meta. Al contrario, el fotógrafo, establecido en el Reino Unido, quiere plantear un dilema: ¿por qué admitimos a alguien que oculta su condición de drogadicto con pericia y condenamos al estigma a quien no se maquilla y muestra su ruina?, ¿por qué nos asusta ver las marcas de Caín?
En Half (Mitad), Sakovich retrata frontalmente a personas enganchadas a una de las drogas que atacan con más violencia al consumidor, la metafentamina (en la calle conocida por meta, tiza, hielo, cristal o vidrio según la forma de presentación), el psicoestimulante formado por la hormona adrenalina y el alcaloide efredrina del que abusan casi 25 millones de personas en el mundo, según la Onu, que cifra en 500.000 kilos la producción anual de la sustancia, elaborada en laboratorios clandestinos y caseros, como sabemos por la serie televisiva de culto Breaking Bad.
Las imágenes del proyecto, que Sakovich lleva varios años desarrollando, muestran a los usuarios en un plató fotográfico, en plano frontal y ante un fondo neutro. Todos están divididos verticalmente en dos meridianos: el de la derecha los muestra con los efectos del abuso a la vista y con aspecto descuidado en el vestuario y la higiene personales; en el de la izquierda aparecen maquillados, sin ningún signo visible de la toxicomanía y arreglados según los cánones de la ortodoxia social (bien vestidos y peinados). El meridiano de la derecha muestra a toxicómanos; el de la izquierda, a los mismos toxicómanos, pero ocultos por el maquillaje y la ropa.
La primera impresión es que se trata de dos fotos distintas, tomadas en momentos diferentes separados por cierto espacio temporal y ensambladas gracias a un software de tratamiento de imágenes. Sin embargo, no es así: es una sola imagen de jóvenes enganchados a drogas pesadas (casi siempre meta) y no hay trucaje digital alguno. “No se trata de una fusión de dos fotos en una. Todo lo que aparece en la foto es real, estaba delante de mi cámara cuando retraté a estas personas. No hay postproducción, solamente maquillaje y vestuario para tapar los signos que deja el abuso de la droga”, dice Sakovich.
«Quiero proponer que reflexionemos sobre la forma superficial de juzgar a las personas según su aspecto. Desde afuera se hacen juicios superficiales de valor sobre la misma persona si parece que está consumiendo drogas o no. Por eso en vez de hacer fotos separadas decidí combinar los dos aspectos en una misma toma», explica Sakovich a 20minutos.es en una entrevista por correo electrónico.
El fotógrafo se centró en adictos a drogas especialmente duras, sobre todo cristal de metanfetamina, porque se trata de una sustancia de “gran impacto” sobre el aspecto físico, que “cambia dramáticamente”. Pero también las huellas de la meta pueden ser “disfrazadas” por un buen maquillaje, asegura.
Según el Observatorio Español sobre Drogas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en 2009 hubo en España 13 muertes por reacción aguda tras el consumo de metafentaminas. En su último informe sobre el tráfico mundial de drogas, la ONU destaca que por primera vez desde 2006 las incautaciones mundiales de metanfetamina superaron las incautaciones mundiales de anfetaminas tradicionales.