No es caprichoso especular que Ansel Adams, padrino de la panorámica ornamental, abominaría de François Snelders. El primero gustaba de alzar la voz para dogmatizar que la fotografía “no es un accidente, es un concepto”, idea que contradice cada uno de los muchos e insufribles calendarios con su obra que decoran las salas de espera de gestorías de fincas, gendarmerías, consorcios de transporte de mercancías, agencias de mayoristas de viajes y otras antecámaras de tortura emocional.
Al contrario, François Snelders se confiesa con una voz de afónica y ajena a la sobrebia (“tengo muy poco que decir y comunicar sobre mi obra”). Opina que sus fotos son apenas un ejercicio eterno y circular basado en “el registro de la luz”. Es decir, percances aleatorios, estrategias oblicuas como las del músico Brian Eno y el pintor Peter Schmidt, que aplican a la creación el rigor del azar, la peculiaridad del momento, lo insólito e imprevisto.
Nueva entrega de “Rayados de luz”, la sección que escribo cada martes en El Fotográfico