Gala: «Me gusta Rusia porque es impredecible. Nunca sabes lo que va a pasar cuando te despiertas cada mañana».
Lena: «Soñé con Putin. La sensación era cálida y brillante».
Mira: «Para los ortodoxos sólo hay cielo e infierno. No hay nada en medio. Rusia es igual».
Vasya: «Ahora nos sentimos más libres. La diferencia es que antes sabías qué decir pero no podías decirlo y ahora puedes decir lo que quieras, pero nadie sabe qué decir«.
Saha y Nastya: «La única forma de morir es morir juntos».
El fotógrafo Rafal Milach (Polonia, 1978) añade testimonios escuetos pero resonantes a algunas de las fotos de la serie 7 Rooms (7 habitaciones), una indagación en el turbio, desolado y ansioso panorama de la vida diaria en Rusia. Esas palabras bastan para que el reportaje adquiera sentido.
El proyecto, al que Milach ha dedicado seis años de trabajo y sobre el cual ha autoeditado un fotolibro, presenta la vida de siete personas que residen en las muy distintas ciudades de Moscú, la caótica capital del país; Ekaterimburgo, la más poblada del distrito de los Urales, y Krasnoyarsk, en el oriente de Siberia.
Fascinado por el caos de los antiguos países de la URSS, vinculado por procedencia y edad a su melancolía orgullosa y fatalista, Milach presenta fotos que permiten visualizar la perturbadora sensación de vacío de un territorio al que, obsesionados con nuestros problemas domésticos, seguimos considerando ajeno y distinto.
Cofundador del colectivo Sputnik Photos, dedicado a ahondar en la exploración fotográfica de Europa del Este, el trabajo de Milach es delicado, poético y está marcado por el amor sin condiciones hacia el tema que retrata de manera sutil: la admiración y la melancolía.