allí las hierbas eran tan aceradas
que no necesitaba hojas de afeitar
mi compañero se llamaba Alfredo
pero terminé llamándole hijo de puta
jugábamos al béisbol en un campo quemado
bebíamos agua oxidada de una manguera negra
escuchando con los ojos y mirando con los oídos
desarrollando facultades síquicas
nos lanzaron de noche en un campo de ganado
abrimos el vientre de los bueyes para dormir caliente
leyendo la Biblia en voz alta
las bengalas teñían de oro la palabra de Dios
las moscas bailaban con la pereza de un huésped
sobre el barro de los párpados
ahora regreso de la guerra con una rodilla destrozada
y ganas de vaciar la botella de tus labios
encuentro estas frutas extrañas colgando de las lámparas
y no entiendo en qué idioma hablas
me tratas demasiado bien
guisas pedazos de correspondencia
un puecoespín hunde el hocico en mi pecho
los médicos dicen que dejará de hacerlo con el tiempo
regreso sin bisagras de la guerra
y no puedo abrir tus ventanas