Aunque sean fundamentalmente recordadas por retener recuerdos personales y familiares que emergían, como por arte de magia, en cuestión de segundos, las fotos instantáneas Polaroid han jugado un papel crucial en el arte contemporáneo. Sobre todo a partir de 1972, cuando la empresa puso en el mercado su primera cámara réflex, el mítico modelo SX-70, los artistas encontraron en el aparato un aliado barato, ligero y técnicamente fiable para experimentar.
The Polaroid Years: Instant Photography and Experimentation (Los años Polaroid: fotografía instantánea y experimentación) es la mayor exposición organizada nunca sobre el maridaje entre la creatividad plástica y la cámara instantánea. Está en cartel, hasta el 30 de junio, en el Frances Lehman Loeb Art Centre del Vassar College, en el estado de Nueva York (EE UU).
Cuando el inquieto y brillante químico Edwin Land, inventor de Polaroid, lanzó su primera cámara instantánea en 1947, aseguró que su propósito era «esencialmente estético», porque los nuevos aparatos —bautizados como Land Cameras— harían posible «el acceso a un nuevo medio de expresión para las muchas personas que tengan intereses artísticos sobre el mundo que los rodea». Para demostrar que sus palabras no eran vacías, inició un dinámico programa de contratación de grandes fotógrafos para que experimentases con las Polaroid y ayudasen a mejorarlas. Uno de los primeros fue el patriarca del paisajismo estadounidense, Ansel Adams. Uno de los últimos, el venerado Andy Warhol.
Gracias a la continuidad de esa alianza, materializada con el Polaroid’s Artist Support Program (Programa de Polaroid de apoyo a artistas), que aportaba cámaras, película y, en ocasiones, pagaba dietas, a los fotógrafos, mientras que éstos debían entregar parte de las obras que culminasen con las cámaras, Polaroid atesoró una gran colección integrada por unas 16.000 imágenes.
En medio de los litigios y desventuras que llevaron a la firma a la quiebra en 2010 y a una posterior reorganización, parte de las fotos se perdieron —algunas fueron recuperadas en los sótanos de un museo y compradas por el empresario empresario austriaco Florian Kaps, fotógrafo, dueño de dos galerías, accionista mayoritario de Lomography y líder de (Im)possible Project, una iniciativa empresarial para seguir con la producción de película instantánea —en 2012, pese a que son muy caros y no tienen la estabilidad de los de Polaroid, vendió más de 700.000 cartuchos y espera superar el millón en 2013—.
En The Polaroid Years: Instant Photography and Experimentation, la primera que profundiza en la relación entre los artistas experimentales y la icónica cámara instantánea, hay una notable selección de la parte de la colección que no llegó a traspapelarse. Se trata de casi 200 obras de 40 artistas fascinados con las fotos instantáneas, entre ellos Adams, Chuck Close, Walker Evans, David Hockney, Robert Mapplethorpe, Warhol y William Wegman. Todos trabajaron con Polaroid a partir de la salida al mercado de la revolucionaria SX-70.
«La fotografía instantánea llegó a las manos de los artistas en un momento en que la fotografía artística se había convertido en un terreno fértil para la experimentación», escribe la comisaria de la exposición y autora del catálogo Mary-Kay Lombino, quien destaca la «capacidad de respuesta» de Polaroid para afrontar retos creativos y proponer a los artistas medios para trabajar en ellos.
Pese a la reconversión de la empresa, que dejó de hacer película en 2008, «Polaroid sigue atrayendo a nuevos devotos por su luminosidad, color especial y los felices accidentes que se producen en el proceso», añade la coordinadora de la exposición.
Entre las fotos que se pueden ver en la muestra destacan los experimentos casi conceptuales de Adams, las fotos sexuales de Jack Butler —uno de los primeros en aprovechar con fines artísticos la intimidad de las Polaroid, que no pasan por ojos ajenos antes del revelado— y las foto-transformaciones del griego Lucas Samaras.