«Soy Homer, el hermano ciego». Hay una bíblica (y también melvilliana) simpleza en la frase inicial. Es un anuncio de lo que vendrá: la dependencia categórica entre los hermanos Collyer. Homer y Langley, personajes reales —estrafalarios, acumuladores compulsivos, millonarios, aislados por voluntad propia en una casona de Harlem— sirven al siempre subyugante E. L. Doctorov (Nueva York, 1931) como narradores, en forma de novela con sustento real, de la historia de la primera mitad del siglo xx.
Que los Collyer hayan vivido como reclusos no les desacredita como testigos («¿cómo puede hacerse una distinción ontológica entre fuera y dentro?»); que su disposofobia fuera extrema (130 toneladas de objetos fueron hallados tras su muerte, en 1947: 14 pianos, 25.000 libros, un Ford T en medio del salón…) no les convierte en monstruos, sino quizá en peregrinos de un mundo donde la acumulación es sólo uno de los tantos espasmos que sufrimos con naturalidad.
HOMER Y LANGLEY. Miscelánea / 203 páginas / 18 euros
[Esta reseña apareció en el número de septiembre de 2010 de la revista Calle 20. PDF de la sección]