En los páramos extremos del altiplano del Tíbet, los caminantes amontonan piedras para celebrar el éxito de una travesía entre montañas. En todas las aceras del mundo con aceras, los niños, astrales, buscadores, arrastran piedras entre las casillas del cielo y la tierra. En el suelo del otro mundo, sin aceras, los cuerpos escriben quebrados poemas, interrumpidos cuando una piedra besa la sombra de una mujer feliz. En las galaxias que nos ciñen, las piedras son de metales desconocidos, amalgamas con propiedades místicas y poderes secretos…
La ciencia de las rocas, sin embargo, la geología antigua, no sabe de nosotros, solos, ciertos, hambrientos de pedradas.