El tipo que gesticula ante mi cámara es el recepcionista de Unplug SF, una fiesta para celebrar la vida offline. El recepcionista se dedicaba a recoger y guardar los smartphones de los asistentes para que no entrasen al evento armados con el terminal que te convierte en apéndice con pantalón y camisa de lo digital.
Hice caso a las instrucciones y no llevé mi zapatófono previo al 3G de Metro PCS —la compañía de telefonía más barata y cutre de los EE UU, llamada por los usuarios, entre el cariño y la rabia, como Metro Piece of Shit (pedazo de mierda)—. También fui desarmado de cámara digital de fotos y llevé mi fiel Canon AE-1 de película de 135 milímetros. Forcé la sensibilidad del film y logré capturar las imágenes que inserto en esta entrada.
El argumentario de la celebración es incontestable: la mitad de los estadounidenses prefiere comunicarse digitalmente antes que en persona; el tiempo medio diario por persona ante la pantalla es de entre 8 y 12 horas; el 61 por ciento se confiesa «adicto a Internet» pese a que esta toxicomanía reduce el 20 por ciento de la materia gris del cerebro y empuja a la depresión —2,5 veces más posible entre los enganchados—…
En suma, creo necesario «desconectar para reconectar», como señalaba el lema de la fiesta, y me dirigí al cotarro sin armas basadas en la conectividad y la multifunción. Nada como la simpleza de una pila alcalina para sentirte humano otra vez.
En el local, los Broadway Studios, un bonito espacio que se alquila para eventos situado en la zona de North Beach, cuna del movimiento beat —aquellos escritores-vividores desenchufados de la más tóxica de las redes, la sociedad—, había juegos de mesa, unas cuantas máquinas de escribir para invitar a los asistentes a comprobar con la práctica que los teclados no fueron inventados como periféricos de los ordenadores, actuaciones musicales desenchufadas, mesas cubiertas de papel de estraza para pintar o escribir, un quiosco de intercambio de objetos —dejabas uno y te podías llevar otro a cambio (me tocó un altavoz para artilugios móviles que estaba estropeado)—, un artesano con una máquina de coser alimentada por una dinamo…
Una buena ocasión para salir de casa y pasar unas horas (la entrada era gratis). Pero había gato encerrado. Tras la organización de la fiestecilla está la empresa Digital Detox, que organiza retiros para desintoxicar a los e-yonquis yanquis. No se trata de una labor altruista y social, sino de actividades dirigidas a los pudientes: están vendiendo para abril un paquete de seis días de desconexión en un resort de Camboya (1.350 dólares la habitación doble con baño, unos mil euros).
Poner en duda una forma de vida basada en el bit y la reducción de la persona a la categoría de hashtag nunca sucederá en los EE UU y aún menos en San Francisco, donde no llevar un teléfono con acceso a Internet en las manos te hace sentir como un freak de barraca de circo.
¿Alternativa de «desconectar para reconectar»? Pagas una semanita al año haciendo yoga, buceo, avistamiento de aves y recogida de mangos en una arcadia camboyana y estás listo para otras 51 semanas de reducción de materia gris.