Un cigarrillo nocturno, el canto oxidado de los grillos y la luna como referencia anímica: una cálida noche de verano en un pueblo rural y una locomotora de vapor cruzando el paisaje.
En 1955 O. Winston Link (1914-2001), que estaba de trabajo en una villa agrícola de Virginia, fue testigo de una escena similar. Tuvo el poder de una revelación y decidió dedicarse a narrar la belleza mecánica, la poesía poderosa, de los trenes que surcaban el amplio paisaje estadounidense. Entendió también que en un país de 40 millones de habitantes que compraban cada año una media de ocho millones de automóviles el futuro de los trenes de pasajeros tenía los días contados.
Fotógrafo publicitario, es decir, conocedor de los muchos modos de manejar el corazón interior de las imágenes, compuso el álbum póstumo de los trenes a vapor, condenados no sólo por la llegada de la cultura del automóvil, sino también por las maquinarias ferroviarias alimentadas por combustible diésel que empezaban a ser introducidas en casi todas las líneas.
Durante los cinco años posteriores al momento de iluminación, Link se dedicó a fotografiar los trenes de la Norfolk and Western Railway, la última línea estadounidense de tren que utilizó las maquinarias a vapor. Vendió la idea a la empresa ferroviaria e hizo centenares de fotos de los convoyes, la belleza de las proteicas locomotoras y su intermediación con los paisajes humanos y territoriales que atravesaban dejando tras de sí una columna de denso vapor de agua.
Link, era un publicista, ya lo he apuntado, y preparó algunas de las imágenes con formas de producción discutibles. Casi todas eran fotos nocturnas, iluminadas articial y dramáticamente con focos de todo calibre —la foto de la izquierda muestra al fotógrafo y su ayudante con el equipo—, y abundaba la manipulación: recogía extras para que colaborasen en la creación de coreografías falsas, pagaba diez dólares a una pareja para que cambiasen el coche cubierto por un descapotable y, en el colmo del falseamiento, hizo un montaje bastante torpe —primera foto de abajo— para que la pantalla de un autocine mostrase la silueta de un avión.
Pese a las trampas, la colección de fotos de trenes de vapor que nos dejó Link detuvo la realidad para que ahora veamos lo que perdimos. No sólo retrató trenes, sino el momento de transición entre el romanticismo y la modernidad, entre la vida como avance y la vida como dispendio.