Finalmente, por una especie de milagro —aunque objetivamente se llame préstamo—, regresaremos a España en enero. De visita, durante un mes.
Por otro milagro —esta vez nacido de la bondad de un viejo amigo—, estaremos hospedados en el barrio, en la misma calle donde vivimos, el refugio, la isla.
He buscado con premura algunas fotos de mis derivas por los adoquines de las vías estrechas, evidencias, firmas talladas con la navaja de los ojos: «aquí estuve».
Dicen que todo viaje ha de ser hacia Oriente. Iremos en esa dirección y volveremos otra vez hacia el Oeste, donde ahora está la isla.
Ojalá admitan mi navaja.