[Nadia Comaneci, que en 1976 fue mi novia voladora]
Pequeñas uñas trazan la caligrafía de tu cuerpo de adobe
Las semillas cayendo desde la lluvia del pelo hasta el pecho
Hueles a pan y te equivocas demasiado a menudo para ser condenada
Calla hasta que pueda terminar esta pared
Porque la masa endurece de prisa bajo tantas lámparas
Porque la carga del convoy que conduzco es peligrosa
La marea trajo este cuadro viejo, lavado con la lejía del tiempo
Y tú, niña voladora, empaquetas frágiles caracoles entre la madera sin barniz
Envueltos en plumas de ángeles fusilados
Silencio, calla, no es necesario el lenguaje
No permitiré pasos extranjeros sobre la alfombra
Que llevas como ofrenda de una a otra casa
Saldrás a la calle y tendrás, otra vez, cuadros en los ojos
Caminando hasta el hotel con el vestido al óleo
Huérfana también de claros en el bosque
Vivías tras las puntadas de las nubes altas, esas que llaman cirros
Pendida de una cortina sin oxígeno, una vasta tela limpísima
Y caiste sobre mí con un golpe sordo
No hables, descansa tu cabeza en mi hombro
Explica quién hizo tanto por tan poco
Susurra, no hables mientras de una vez por todas cierran el mundo
para que bailemos solos
atados por la cinta de nuestra estatura común, 162 centímetros