Mister E: «No confío en los hippies. Todos los que conozco están enfadados»

06/01/2011
Mr. E (foto: Rocky Schenck)

Mr. E (foto: Rocky Schenck)

Está bastante loco. Es decir, bastante cuerdo. Mark Oliver Everett (abreviando, Mr. E) toca en España con su grupo, Eels, esa unidad de destrucción masiva de todos los cánones. Trae disco nuevo, una obra pastoral sobre la belleza y el trinar de las aves. Calma, no hay peligro. «No, no me voy a hacer hippie. Los hippies son unos hipócritas», dice.

Mark Oliver Everett (Virginia-EE UU, 1963) es uno de esos tipos de los que esperas en cualquier momento una salida de tono, digamos con benevolencia, bohemia, pero al que contratarías con los ojos cerrados como baby-sitter de tu hija.

Ha clamado por la necesidad de inyectar novocaína en su alma, ha surcado las aguas más encrespadas (el suicidio de su querida hermana, la muerte de sus padres), ha repetido en once discos, algunos de ellos entre los mejores de los últimos tiempos, que el tránsito por este mundo es una ecuación con tres incógnitas: dolor, dolor y más dolor.

Ha hablado de sí mismo con la eficacia de un buen astrofísico (su padre lo fue, y con laureles) en Cosas que los nietos deberían saber (Blackie Books, 2009), un libro de memorias, carcajadas y desconcierto filosófico escrito con modales de rockandroller y sencillez de maestro. Este mes toca en España al frente de su banda, Eels: en Barcelona, el día 17, en la sala Bikini; en Madrid el 18, en La Riviera.

Detrás de esas pintas, cantas, escribes y pareces melancólico. ¿Estás de acuerdo?

Soy melancólico de vez en cuando. Como todo el mundo.

Tras el trístisimo End of Times era difícil imaginar que te confesases como una persona «bastante dulce», como haces en el nuevo disco, Tomorrow Morning.
Era muy importante para mí que tras un disco que se titulaba End of Times [El fin de los tiempos] viniese otro que proclamase Tomorrow Morning [La mañana del mañana]. El significado de uno y de otro cambia radicalmente si los consideras como una unidad. ¿Cómo pueden acabar los tiempos si hay una mañana del mañana?

Es casi epifánico. Incluso invocas una Party for the World [Fiesta para el mundo] ¿Te estás haciendo hippie?
¿Hippie? No, no te preocupes, eso no va a suceder. Los hippies son unos hipócritas.

¿Por qué?
Todos los que he conocido eran personas muy enfadadas con el mundo y consigo mismos. No confío en los hippies.

Tu libro, Cosas que los nietos deberían saber se ha convertido en una especie de Biblia off en España…
¿Una qué?

Un libro venerado, un superventas indie, una guía vital…
¿De verdad? No estaba al tanto. Fue un experimento, un trabajo muy duro. No fue en absoluto un placer escribirlo.

A mí me pareció una mezcla de Mark Twain, Schopenhauer y John Lennon…
Espera que lo anote. Me quedo con eso.

El mensaje final del libro es algo así como: el mundo está regido por poderes sobrenaturales. Sentémonos y veamos qué sucede. Es casi un consejo post zen.
Sí, estoy de acuerdo… Ninguno de nosotros sabe qué va a suceder de un momento a otro. Estamos metidos en un patrón que se repite una vez y otra. En cuestión de segundos todo cambia.

¿Es ese el mensaje? ¿Queda algún consejo por dar en este mundo lleno de ruido e información?
Es difícil saberlo. Quizá haya muchos pequeños mensajes.

¿Tienes en mente seguir escribiendo y publicar de nuevo?
Espero que no. Escribir no fue nada placentero. El libro fue el proyecto más duro que he afrontado. Fue una experiencia muy catártica y no quiero volver a repetir algo así. Si hay un segundo libro, espero que sea muy aburrido.

Mr. E (foto: Rocky Schenck)

Mr. E (foto: Rocky Schenck)

Cosas que los nietos… gira en torno al dolor y algunas experiencias familiares y personales traumáticas. ¿Tuviste miedo al escribirlo?
En el momento en que esas cosas sucedieron, claro que tuve miedo de caer… Ahora me siento afortunado de tener lo que tengo, de poder componer canciones e interpretarlas, de seguir aquí…

¿Eres un lector ávido?
No, no demasiado. Me gusta lo que me gustaba en el instituto: Salinger, Carver… No soy un gran lector. Me veo como un rockandroller.

Cumpliste 47 años en abril. ¿Cómo llevas la edad?
Como todos, supongo. Me siento viejo, pero también me sentía viejo cuando cumplí 27… Miras atrás y… Me siento bastante viejo, sí.

Para muchos eres casi un referente. Estás ahí desde los noventa, has compuesto himnos generacionales… ¿Te sorprende como se han desarrollado las cosas?
Nunca imaginé nada de esto y no quería imaginarlo. Puede que ésa sea la clave de que ahora tenga algo de éxito. Siempre tuve los pies en la tierra. Creo que es bueno no creérselo demasiado, no tener grandes ambiciones.

¿Cómo te parece que está la salud del rock’n’roll? ¿Decadencia o futuro?
Tengo la sensación de que está en mejor forma que hace unos años. La cosa estuvo francamente mal, pero detecto algo parecido a una reacción. Creo que a la gente le importa el rock’n’roll.

Para terminar, un juego. Dime la primera palabra que te venga a la cabeza tras cada una de las que yo enuncie. Empezamos: amor.
Perro.

Madonna.
Puta.

Obama.
Estrella del rock.

Pájaros.
Abejas.

Niñez.
Diría muy lejos, pero son dos palabras. Lo dejo en lejos.

Locura.
Irreverencia.

Internet.
Toilet.

Barba.
¡Yo!

[Esta entrevista fue publicada en septiembre de 2010 por la revista Calle 20. Consulta la versión completa en PDF]

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