El fotógrafo Miles Aldridge (Londres, 1964) es una eminencia y una celebridad. Hijo de Alan Aldridge (1943), un diseñador gráfico de gran prestigio —ha firmado cubiertas de discos para los Who y Elton John, las partituras oficiales de los Beatles y numerosas portadas de libros de ciencia ficción—, está casado con la top model estadounidense Kristen McMenamy, es hermano de la también modelo Lily Aldridge y cuenta entre sus amigos con artistas como el cineasta David Lynch y el músico Marilyn Manson, que escribió el prólogo para el libro del fotógrafo The Cabinet.
De todas las personas citadas en el párrafo anterior el fotógrafo retiene algún rasgo: de su padre, la psicodelia; de los artistas de rock, la rebeldía; de las modelos, el gusto por el mundo de la moda; de David Lynch, el convencimiento de que existe un envés no siempre claro para toda aquella realidad que deslumbre. Con esa combinación de factores —además de un sentido agudo para la creación de escenas de gran poder cinemático—, Aldridge se ha convertido en uno de los artistas más singulares dedicados a la fotografía de moda y de sus mundos adyacentes.
Aldridge está de desembarco neoyorquino. La prestigiosa galería Steven Kasher exhibe I Only Want You To Love Me (Sólo quiero que me ames), su primera exposición retrospectiva en la ciudad. Estará abierta del 8 de mayo al 8 de junio y servirá de escenario para la presentación de dos nuevos libros del artista: Miles Aldridge: I Only Want You to Love Me (Rizzoli), una monografía que abarca toda su obra, y Other Pictures (Editions 7L/Steidl), una vuelta de tuerca surreal a los álbumes familiares.
Las cuarenta fotos de gran formato que Aldbridge exhibe en Nueva York muestran escenas muy trabajdas en estudio y de mucho detalle en el atrezzo y el vestuario de las mujeres ambivalentes que han cimentado la fama del fotógrafo: son modelos de gran belleza y acentuado glamour que podrían estar disfrutando o sufriendo, siempre situadas en un éxtasis equívoco, una especie de contemplación que podría remitir al sexo pero también a la rabia o la crisis nerviosa. El artista suele afirmar que desea que las modelos parezcan estar imaginando su propia vida interior, pero el espectador puede interpretar que están a punto de reventar o ser víctimas de un desastre.
«Esposas en ácido», dice la galería para explicar las situaciones: una chica en traje de noche derrumbada sobre la mesa de un banquete, otra sentada en el suelo de la cocina con el contenido de la bandeja de comida derramada a su alrededor, una tercera secándose el pelo con actitud hierática…
«El espectador es transportado a un mundo de fantástico y opulento ensueño poblado por hermosas mujeres impecablemente vestidas que juegan roles femeninos estereotipados, tales como secretaria, ama de casa y vamp, pero hay algo que va mal en estas meticulosamente compuestas escenas. Las mujeres de Aldridge están extrañamente desconectadas, es como si la presión de ser un objeto de deseo 24 horas al día y siete días a la semana se haya convertido en imposible de soportar y están al borde de ataques de nervios», añaden.
La referencia al título de la película de Pedro Almodóvar no es casual. La obra de Aldridge ha sido comparada repetidamente por la crítica con la del cineasta manchego por su búsqueda de la irrealidad cotidiana y el carácter extremo de las situaciones que plantea. Al fotógrafo inglés, mucho más dotado que el director español en la construcción de ambientes, no le agrada el supuesto parecido y afirma que se siente más cerca del universo de Federico Fellini.
«¿Qué comprar, cómo pagarlo, cómo hacer todo esto? ¿Por qué mi hija me aborrece? ¿Todavía me amarás mañana? ¿Por qué estoy acuchillando este pastel?«, podrían estar preguntándose las protagoniostas de las fotos de colores explosivos de este artista reclamado por las grandes publicaciones de moda —es un habitual de Vogue—, pero no adecuado al estereotipo.