Michael Kerstgens, el único fotógrafo admitido por los mineros anti Thatcher

03/06/2014
Spud Marshall at home in Kendray Barnsley, September 2012 © Michael Kerstgens)

Spud Marshall at home in Kendray Barnsley, September 2012 © Michael Kerstgens

Como tantas otras tragedias y victorias del pasado reciente, la huelga de los mineros ingleses de 1984 y 1985 permanece gracias al cine en la memoria colectiva de los no salpicados de forma directa por la desgracia. En películas de la excelsa escuela inglesa del cine social como Tocando el viento (Mark Herman, 1996) o Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000), el telón de fondo era la práctica desaparición obligatoria de la minería del carbón, una decisión política de la conservadora Margaret Thatcher que dió la salida para que los gobiernos de casi toda Europa occidental, entre ellos el español, hicieran trizas los sectores tradicionales de la industria bajo el eufemismo de lo que llamaron, siguiendo los dictados de la Dama de Hierro, reconversión.

Cuando se cumplen tres décadas de la huelga —secundada durante cuatro meses por entre el 60 y el 74 por ciento de los casi 200.000 mineros afectados por los cierres de explotaciones previstos (en algunas zonas, como Gales, los huelguistas fueron el 99%)—, aparece el libro Coal Not Dole (Carbón, no subsidio de desempleo, Peperoni Books, 132 páginas, 32 euros), un reportaje fotográfico de Michael Kerstgens (1960), que con 24 años se trasladó a las zonas más castigadas por el estreno de las directrices neoliberales para retratar desde dentro a las comunidades afectadas.

Nacido en Gales pero residente en Alemania —es hijo de un exdirectivo de una empresa de maquinaria de minería—, el fotógrafo fue el único reportero admitido por los huelguistas, que tenían buenos motivos para el recelo hacia los medios de comunicación por la hostil línea editorial de casi todos hacia la protesta. El reportaje toma partido por los mineros, 90.0000 de los cuales perdieron el trabajo (más otros 100.000 de empresas de servicios), pero no es panfletario ni dogmático porque a Kerstgens le interesaba retratar el paisaje familiar, personal y social de las colectividades y los lazos de unión ideológicos y vitales que solidificó la huelga, organizada por el National Union of Mineworkers (NUM, Sindicato Nacional de Mineros), la poderosa organización fundada en 1888 que había logrado tumbar una década antes al primer ministro, también conservador, Edward Heath.

En el prólogo del libro Kerstgens  explica como estaba todavía iniciando los estudios de fotografía en Alemania cuando se enteró del inicio de la huelga y, con una furgoneta prestada, salió pitando hacia Gales, en cuyas zonas mineras había pasado parte de su infancia. Soñaba que «todo sería muy fácil» e imaginaba un trabajo de reportaje de interés humano similar a los de su admirado Robert Frank. Cuando habló con los representantes sindicales se dió cuenta de que las cosas no iban a ser tan sencillas. «Me dijeron que si quería fotografiar la huelga debería tener claro de qué lado estaba. Sus palabras fueron simples sencillas y decían mucho sobre el papel de los medios de comunicación británicos», añade.

Aunque logró hacer algunas fotos durante las navidades de 1984, no logró retratar a los mineros, que desfonfiaban de aquel jovencillo alemán. Frustrado, resolvió viajar a Yorkshire, donde estaba radicado el núcleo duro de los huelguistas. Tras pasar una noche extremedamente fría durmiendo en la furgoneta, en la sede local del sindicato fue invitado a tomar un té y conoció por casualidad a Stuart Marshall, Spud, un bregado y robusto minero con el cuerpo repleto de tatuajes que descendía de cuatro generaciones de trabajadores del carbón. Al hombre le cayó bien el joven alemán y lo tomó bajo su padrinazgo, que resultó definitivo para el reportaje porque Spud era el guardaespaldas  y conductor de Arthur Scargill, líder del NUM.

Kerstgens entró así en las casas de los hueguistas, fue acogido en mítines y reuniones cerradas a la prensa y vivió desde la primera línea episodios como la Batalla de Orgregave, donde 5.000 policías fueron enviados por el Gobierno para enfrentarse al mismo número de manifestantes. Al fotógrafo le impresionó sobre todo el «radicalismo riguroso y puro» de las mujeres de los huelguistas, a quienes otorga el mismo valor que el de los hombres en aquel «conflicto brutal» que «abrió una profunda brecha» en la sociedad inglesa. «La gente sabía de dónde procedía y estaba orgullosa de ello. Tenían una conciencia radical y proletaria muy diferente a la folcrórica y socialdemócrata que noté luego en las minas alemanas».

La huelga marcó el final de una época y terminó en una derrota amarga para los mineros, con 70 explotaciones cerradas, zonas enteras convertidas en eriales, centenares de miles de desempleados y muchos otros extrabajadores empeñados por el dinero que habían tenido que pedir prestado a familiares y amigos para sostener la economía de subsistencia hogareña durante los meses de la huelga —el salario medio de un minero inglés era entonces de unas 9.000 libras esterlinas anuales—. «Lo que me interesaba no era el significado político sino la dimensión social de la huelga y la vida de la familias involucradas», dice el fotógrafo, quien recuerda el un «impacto devastador» de la reconversión: según datos oficiales, sólo el 60% de los empleos perdidos en la minería fueron recuperados en otros sectores.

Para poner epílogo al libro Kerstgens regresó a los mismos lugares donde hizo las fotos. Encontró barrios vacíos y muchas empresas dedicadas a la tramitación de minicréditos. «La derrota de aquel movimiento marcó el comienzo de una era de la política neoliberal en el que las industrias nacionalizadas fueron privatizadas con el único objetivo de maximizar las ganancias», concluye antes de apuntar que Thatcher estaba dispuesta a todo para derrotar a los mineros. En enero de 2014 se reveló un plan secreto de la primera ministra para usar tropas del ejército contra los huelguistas y para trasladar el carbón a centrales térmicas.

Como regalo de despedida por su dedicación, Spud regaló al fotógrafo alemán una lámpara de minero y un vaso de cerveza en el que gran parte de los retratados habían grabado sus nombres con la dedicatoria: «Para Michael. Manos a través del agua, manos a través del mar». Spud todavía vive en el lugar donde estaba la mina en la que trabajaron él y sus ancestros.

[Escrito para Artrend – 20 minutos]

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