Michael Caine, el lacónico antihéroe del cine británico

29/07/2013
Michael Caine, 1964 © Mirrorpix

Michael Caine, 1964 © Mirrorpix

Michael Caine (Londres, 1933) es «uno de los pocos actores iconoclastas que ha adoptado plenamente la fama mientras permanece firmemente arraigado en sus raíces de clase trabajadora». No les falta razón a los editores del libro recién editado Michael Caine: 1960s (Michael Caine: los años sesenta). A los 80 años —los cumplió en marzo— y tras cincuenta años de carrera que le han llevado a obtener todos los galardones, el londinense sigue fiel a sus principios de gran y lacónico antihéroe de la cinematografía británica.

La obra, editada por Reel Art Press y con textos de Graham Marsh, es una fotobiografía sobre los inicios de Caine, nacido como Maurice Joseph Micklewhite. Era hijo de un repartidor de pescado, tuvo que dejar la escuela a los 15 años para llevar dinero a casa y se crió en el barrio de Bermondsey, uno de los más cockney del sur de la capital inglesa. Tomaría el nombre artístico cuando su primer agente le urgía en una llamada telfónica, el actor miró a su alrededor y vió en una marquesina que proyectaban la cinta El motín del Caine.

Desde estos humildes inicios, de los que jamás ha renegado, Caine llegó a ser el actor definitivo de los años sesenta y consolidó la imagen de un nuevo arquetipo de londinense: suave, de trajes cortados bruscamente, gafas de pasta y escaso despliegue verbal. Durante la década interpretó a personajes que adquirieron carácter universal: como el anti-007 Harry Palmer de The Ipcress File (1965), el promiscuo Alfie Elkinns de Alfie (1966) o el ladrón impecable Charlie Crocker de Un trabajo en Italia (1969).

El libro acopia una gran cantidad de fotografías inéditas y nunca antes vistas, tanto de Caine en los rodajes como fuera de ellos y en posados para fotos publicitarias o familiares. Las más de cien imágenes demuestran la capacidad del actor para sentirse a gusto tanto en un set cinematográfico como en la calle o en un almuerzo con sus padres.

Lo que vino después es bien conocido. De una forma metódica e imparable, Caine accedió a papeles más exigentes sin traicionar su carácter bonachón. «Para mí ganar el Oscar sólo supondría recibir más guiones sin manchas de café de otros actores», había declarado en 1963. Lo obtuvo, con algo de retraso, dos veces, siempre como mejor actor de reparto: en 1987 por Hanna y sus hermanas y en 1997 por Las normas de la casa de la sidra.

Lo último que sabemos de él hace que mantengamos la fe en este tipo corriente que actúa como si viviese ante la cámara. Hace poco declaró que se sentía «como un jubilado» y que estaba intentando «aprender a no hablar con voz de actor en los restaurantes». Luego se mostró contrario a que otorgaran la Orden del Imperio Británico al futbolista David Beckham. «Le falta madurez», explicó.

© British Film Institute

© British Film Institute

[Escrito para Artrend – 20 minutos]

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