Acaba de fallecer a los 71 años el artista australiano Martin Sharp. Quizá el nombre no suene demasiado a estas alturas de la desmemoria que padecemos, pero es casi seguro que cualquiera de los lectores de esta pieza ha tenido en las manos o ante los ojos alguna de las obras de este ilustrador y grafista, uno de los más activos y dotados de la era psicodélica nacida a la sombra a la contracultura hippie de los años sesenta.
Muerto el pasado uno de diciembre en Sidney a consecuencia de un enfisema y tras una larga enfermeda, Sharp deja una obra no demasiado amplia —dedicó las últimas décadas a «rehacer» su trabajo, porque, según afirmaba con humor, «el arte es una zona de obras permanente»—, pero sí inolvidable.
Alguno de sus dibujos, por ejemplo la icónica carpeta del disco Disraeli Gears (1967), el segundo álbum de Cream, el supergrupo de Eric Clapton, gran amigo del artista, sintetiza el espíritu de una época de trascendencia, libertad, ruptura generacional y apertura de nuevas fronteras sociales y políticas por explorar. El tupido collage floral de tonalidades rojas en el que Sharp envolvió las caras de los músicos pretendía, según el portadista, describir la música del trío: «cálida y foforescente».
Sharp también fue uno de los cartelistas más llamativos del arte psicodélico —género del que descreía pero en el que encajaba a la perfección: cada una de sus obras era un viaje que ponía a prueba los límites de la percepción— e hizo carteles que todavía hoy pueden ser comprados en copias pirata en tiendas cuyos dependientes no tienen ni idea de quién es el autor. Sharp era consciente de la masiva venta ilegal de sus obras, pero jamás se molestó en reclamar regalías o entablar pleitos. «Yo también robo, soy un collagista tomando elementos de distintas épocas y mezclándolos a ver qué pasa», decía cuando le sugerían que podría ser millonario con los derechos de sus carteles.
Hay dos pósters especialmente notables: el de Bob Dylan alucinando —con gafas oscuras y pelo ensortijado creado por círculos cinéticos— y el de Jimi Hendrix explotando en una llamarada de trazos multicolores. También trabajó para el cantautor Donovan, hizo la carpeta del tercer elepé de Cream, Wheels of Fire (1968) —donde la jungla floral parece metalizada y la tipografía tiene elementos que prefiguran el lenguaje formal del grafiti— y escribió para el grupo la letra de la canción Tales of Brave Uysses.
Durante los años sesenta y comienzos de los setenta Sharp era el único diseñador y dibujante de Londres —ciudad a la que se había mudado desde su Australia natal en busca de nuevas experiencias— que podía competir en fama y productividad con el grupo de dibujantes de cómix (así lo escribían, con equis final) de San Francisco (EE UU) que encabezaba el gran Robert Crumb. Aunque casi nunca firmó historietas, Sharp había participado en la fundación de Oz, la revista más importante y radical de la contracultura europea.
Oz había nacido en Sydney bajo el ideario rompedor y libertario de Sharp, Richard Neville y Richard Walsh. Los tres fueron acusaados de obscenidad porque en una de las primeras portadas apaecían orinando sobre una estatua clásica. La revista se trasladó luego a Londres, donde se siguió editando hasta 1973. Sharp colaboró en casi todos los números.
Desde mediados de los setenta Sharp regresó a Sydney, donde siguió ejerciendo la ilustración —sus carteles para la compañía de teatro moderno Nimrod son fantásticos y mucho menos abigarrados que su trabajo previo— e implicándose en campañas ciudadanas, como la renovación del parque de atracciones Luna Park, que coordinó y ejecutó antes de la tragedia ocurrida en 1979, cuando un padre y su hijo murieron en un incendio en el tren del terror. El suceso, que Sharp consideraba un acto deliberado para que el parque cerrara y el solar fuese entregado a promotores inmobiliarios, sumió al artista en una profunda depresión.