de mi madre heredé la tristeza, la mirada
el gusto por los oficios religiosos
acaso también la constancia en el mareo
la mala salud y la creencia en la bondad
de mi padre, de quien desearía
no haber heredado nada
obtuve un ejemplo
de intolerancia y postración
de Caracas, la tierra a la cual fui trasladado
conservo un sueño
de haber soñado vivir
en una tierra llamada Caracas
retengo, además, la chaqueta roja
guardada por mi madre en una caja con naftalina
mientras mi padre, necio
protestaba por guardarla
de quienes habitaron al mismo tiempo que yo
el mundo soñado
nada heredé excepto
la arena negra del recuerdo
que ahora rellena las botellas
cubre los muebles
se desperdicia en playas
para gente deportiva y tan correcta
forma bastarda de nominar
el consuelo que merecen los esclavos
para que, sanos, correctos
regresen tras jugar en la negra arena del olvido
en mi primera playa de arena negra
creí que algo irremediable
había sucedido y quizá
todos los colores hubiesen mudado
al voltearme, pensé
la piel de mi madre será verde
al volterame, pensé
la piel de mi padre revelará el cárdeno original
el rojo, la marca de fábrica de los González
que tampoco espero conservar
para cuándo un libro de poemas
Eso digo yo, para cuándo…
De principio a fin, pero sobre todo los primeros y los últimos movimientos, me ponen la carne de gallina y los ojos brillantes.