Julia Margaret Cameron (1815-1879) no hizo fotografía alguna hasta los 48 años. Cuando los cumplió recibió una cámara como regalo de Navidad de una de sus hijas. Desde entonces su vida sufrió una convulsión y sus retratos pioneros jugaron un papel decisivo en el arte esteticista británico, sobre todo en el prerrafaelismo, que rompió con el clasicismo histórico y buscó un camino creativo y espiritual de crecimiento personal y cambio social.
Una cuidada selección de las obras de Cameron, una fotógrafa no suficientemente reconocida en vida, se expone desde este verano en el Metropolitan Museum of Art (MET) de Nueva York. Se trata de 35 retratos, todos ellos obras maestras, que la pinacoteca tendrá a la vista del público entre el 19 de agosto y el 5 de enero de 2014.
Nacida en Calcuta (India) —sus padres eran un oficial del ejército colonial británico y una dama francesa, a su vez hija de un noble que fue amante de Maria Antonieta—, Cameron creció con complejo de patito feo entre dos hermanas sumamente bellas y populares. Se casó con un jurista veinte años mayor que ella y, aunque siempre sintió pasión por la expresión artística y frecuentaba a escritores e intelectuales, tardó mucho en dar el paso de buscar un medio que se amoldase a su manera de ser, cohibida y de gran fe religiosa.
A partir del instante en que tuvo en las manos la cámara de fotografía, Cameron sintió que se las veía con algo más que un ingenio mecánico y óptico para congelar imágenes. «Desde el primer momento he manejado mi objetivo con un ardor tierno», escribió, «y la cámara se ha convertido para mí en un ser vivo para hacer retratos con la voz y la memoria de las personas.»
Condenada por algunos contemporáneos que la consideraban una artesana descuidada porque no le importaba demasiado que las fotos estuviesen enfocadas o fuera de foco o mostrasen riqueza de detalles (prefería que «respirasen vida», decía), Cameron se convirtió en la gran retratista de la época victoriana. Establecida en Dimbola, una casa de la Isla de Wight, hizo fotos a grandes figuras del arte y el pensamiento de su tiempo, entre ellos el poeta Lord Tennyson y el escritor Thomas Carlyle.
Aunque sus retratos de foco suave y largas exposiciones —de ahí la falta de definición— fueron muy celebrados en los ambientes intelectuales, las fotos de Cameron sólo alcanzaron verdadera resonancia como experimentos pioneros con el paso de las décadas. La artista era muy meticulosa con el archivo y la catalogación de las piezas y casi toda su obra se ha conservado.Condenada por algunos contemporáneos que la consideraban una artesana descuidada porque no le importaba demasiado que las fotos estuviesen enfocadas o fuera de foco o mostrasen riqueza de detalles (prefería que «respirasen vida», decía), Cameron se convirtió en la gran retratista de la época victoriana. Establecida en Dimbola, una casa de la Isla de Wight, hizo fotos a grandes figuras del arte y el pensamiento de su tiempo, entre ellos el poeta Lord Tennyson y el escritor Thomas Carlyle.