John Muir, el ‘apostol’ de Yosemite

08/09/2013
Extensión del Rim Fire - Mapa:www.esri.com

Extensión del Rim Fire – Mapa:www.esri.com

El mapa —publicado por la web de la empresa de seguimiento de catástrofes ESRI— puede dar una idea bidimensional de la magnitud del incendio forestal del Rim Fire californiano que asola desde hace tres semanas una zona de Sierra Nevada lindante con el oeste del Parque Nacional de Yosemite.

Ningún mapa, sin embargo, es capaz de reflejar la dimensión real: hasta el momento han  ardido 1.020 kilómetros cuadrados. Un punto de referencia necesario para trasladar la cifra a terreno conocido: el término municipal de Madrid tiene 605 kilómetros cuadrados de superficie. El incendio, que a estas alturas, con el 80 por ciento de los frentes del fuego controlados, es el tercero en dimensión en la historia de California, ha quemado el equivalente a casi dos veces la extensión de la capital de España. Al  parecer se inició por la imprudencia de un cazador que encendió una fogata ilegal y los trabajos de los casi dos mil bomberos y otro personal del operativo antiincendio han costado casi 90 millones de dólares, unos 69 millones de euros.

La amenaza del incendio al Parque Nacional de Yosemite —convendría aquí recordar que la pronunciación fonética correcta del nombre es yosémiti y no, como he escuchado con errónea insistencia en noticias españolas, yosemait— me invita a glosar brevemente a su apóstol, el místico naturalista John Muir (1838-1914), una figura que permanece injustamente confinada a la épica local estadounidense cuando se trata de un personaje de la misma o superior altura en humanismo que, por ejemplo, el protohippie Henry David Thoreau.

John Muir, 1907 - Foto: Francis M. Fritz, Wikimedia Commons

John Muir, 1907 – Foto: Francis M. Fritz, Wikimedia Commons

Tres frases de Muir para intentar resumir el pensamiento trascendental de este naturalista de radical y hermosa aproximación a la tierra y sus dondes:

  • «Todas las personas necesitan de la belleza como del pan, un lugar donde
    disfrutar y meditar. Es la naturaleza quien cura y da fuerzas al cuerpo y
    el alma».
  • «Sube a las montañas para obtener sus buenas nuevas. La paz de la naturaleza fluirá en ti como fluye la luz del sol en los árboles. Los vientos soplarán su frescura dentro de ti y las tormentas su energía».
  • «Las montañas son fuentes de hombres tanto como de ríos, glaciares y suelo fértil. Los grandes poetas, filósofos, profetas y hombres capaces cuyos pensamientos y acciones han movido al mundo, han bajado de las montañas».

Nacido en Dunbar, en la costa de Escocia, en una familia que emigró a los EE UU en 1849, practicaba el integrismo de los Discípulos de Cristo y obligaba a los hijos como castigo a memorizar la Biblia —de la que Muir hizo buen uso en sus muchos escritos—, el padre del naturalismo americano fue un ecléctico universitario que nunca terminó los estudios de Química porque prefería vagar por los bosques y aprender ciencia sobre el terreno. Sólo tuvo un empleo en su vida, aserrador en una fábrica, y por una esquirla que se le clavó en un ojo estuvo a punto de perder la visión.

En la oscuridad de la convalecencia encontró una nueva luz. «Dios tiene que llegar a casi matarnos para enseñarnos sus lecciones», escribió antes de decidir que sólo sería feliz dedicándose a tiempo completo a estudiar las plantas y la naturaleza.

Emprendió un viaje de iniciación con la tenacidad de quienes saben que sólo a pie eres capaz de entender los territorios que atraviesas. Caminó más de 1.600 kilómetros, de Indiana a Florida. Su intención era llegar a Sudamérica y encontrar el nacimiento del Amazonas, pero una malaria lo llevó a las puertas de la muerte.

Recuperado, viajó a Cuba y, finalmente, en 1868 se desplazó a San Francisco y, de allí, a Yosemite. Pasaría el resto de su vida dedicado a la interpretación,  defensa e difusión de la riqueza natural y la belleza de la zona, un valle alpino formado hace unos diez millones de años por la erosión causada por los glaciares de Sierra Nevada.

Si todos los seres humanos tenemos un lugar al que creemos pertenecer, Muir lo encontró en el valle y los circos glaciares circundantes. Vivió humildemente durante varios años en una cabaña que levantó él mismo. Primero consiguió un modesto empleo como pastor de un rebaño de ovejas, pero luego se dedicó simplemente a escribir lo que veía. Firmó 300 artículos y una docena de libros con sus experiencias y reflexiones.

¿Otro científico dispuesto a buscar el nombre en latín de cada planta? Nada más lejos: Muir subía sin ningún adminículo de escalada las radicales paredes de granito para sentir la piedra, permanecía horas al lado de una torrentera para escuchar el agua, se encaramaba a los árboles más altos para experimentar el baile del viento con las copas, durante un fuerte temblor de tierra salió corriendo de la cabaña para exclamar gozoso: «¡Bienvenido, bendito terremoto!»….

Después de que Yosemite fuese declarado espacio natural protegido en 1864 —fue el primero de los EE UU en tener un estatus especial de protección—, Muir se convirtió en el adalid del lugar, criticó en artículos periodísticos los desafueros cometidos por la presión de la creciente avalancha de turistas. Su campaña dio resultado cuando el entones presidente Theodore Roosevelt visitó Yosemite y fue acompañado por Muir en una larga exploración. A su regreso a Washington, el mandatario creó el departamento National Park Service para gestionar los parques estatales y garantizar que se mantengan salvajes.

Cofundador del Sierra Club —una organización dedicada a la defensa de la integridad de los espacios naturales que tiene ahora 1,3 millones de miembros—, Muir fue, como escriben algunos de sus biógrafos, el «santo patrón de la naturaleza virgen» y el responsable, con su carácter «soñador» y su activismo lírico, de extender la idea de que la tierra, los mares, los cursos de agua, los árboles y la creación entera nos ayudan a cultivar la humildad y ser mejores personas.

Convencido de que la naturaleza es la única casa del ser humano, el apóstol de Yosemite quizá tuviera algo pertinente que decir sobre el incendio que empezó el 18 de agosto en el límite occidental del área que consideraba un santuario. Tal vez, como algunos de los grupos naturalistas californianos que han alzado la voz contra los mensajes tremendistas de estas semanas, contemplaría el fuego, siempre frecuente y cíclico en la zona, como una forma de regeneración y renacimiento y no como un desastre apocalíptico.

Para quienes necesiten indagar en la figura y la obra fascinantes de este personaje místico existe un buen documental, producido por la tele pública estadounidense PBS, que se puede ver en línea: John Muir in the New World.

No se me ocurre mejor forma de concluir que con otras frases de Muir que, como todas las suyas, tienen la sedosa cualidad de parecer oraciones:

  • «Mantente cerca de corazón de la naturaleza y su clara ruptura de las distancias. Sube de vez en cuando una montaña o pasa una semana en el bosque. Tu espíritu regresará totalmente limpio».
  • «Nunca vi un árbol descontento. Se agarran al suelo y les gusta. Aunque estén arraigados, viajan».
  • «Ve a la naturaleza en silencio y soledad. No te sobrevendrá mal alguno».

[Escrito para Distrito Latino]

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